En 1829, una pareja afrodescendiente contrajo matrimonio bajo la autoridad de Luis Vernet, marcando el inicio de la vida civil argentina en las Islas.
El 25 de octubre de 1829, en el asentamiento de Puerto Soledad, se celebró el primer matrimonio argentino en las Islas Malvinas. Los contrayentes fueron Antonio y Marta, una pareja afrodescendiente que formaba parte de la comunidad establecida por Luis Vernet, comandante político y militar designado por el gobierno de Buenos Aires. Aquella boda, más allá de su carácter íntimo, se convirtió en un hito histórico: el símbolo de una sociedad que comenzaba a echar raíces argentinas en el Atlántico Sur.
Vernet dejó testimonio de aquel día con una frase que sobrevivió al tiempo: “Se efectuó el casamiento de los morenos Antonio y Marta; después hubo baile de negros hasta tarde la noche”. La anotación, simple pero trascendente, demuestra que en las Malvinas existía una vida civil activa y organizada, muy anterior a la usurpación británica de 1833. Allí, hombres y mujeres libres construían un futuro bajo leyes, costumbres y autoridad argentinas.
Un acto de soberanía y humanidad
Más que un acontecimiento personal, el matrimonio de Antonio y Marta fue una afirmación política y cultural de soberanía. Celebrado conforme a las disposiciones de Buenos Aires y bajo la supervisión de Vernet, aquel enlace demuestra que el Estado argentino ejercía jurisdicción real sobre las islas. El registro escrito y las actividades comunitarias de la época confirman que la presencia argentina no fue simbólica, sino efectiva y legítima.

Hoy, el Museo Malvinas e Islas del Atlántico Sur recuerda cada 25 de octubre este episodio como parte de la memoria nacional. En sus exposiciones, se reivindica la diversidad de los primeros pobladores: criollos, indígenas, afrodescendientes y europeos que convivieron en paz hasta la llegada de las fuerzas británicas. La historia de Antonio y Marta resume el espíritu de ese proyecto colectivo: una Argentina plural y soberana.
Memoria viva de la soberanía
El gobierno argentino mantiene viva esta memoria mediante iniciativas culturales y educativas. Desde el Ministerio de Cultura hasta las escuelas públicas, se promueve la difusión de hechos que demuestran la continuidad histórica de la presencia argentina en Malvinas. El matrimonio de 1829 es más que un dato anecdótico: representa una manifestación pacífica de identidad nacional frente a la ocupación extranjera.
Casi dos siglos después, el amor de Antonio y Marta continúa siendo un símbolo de arraigo y esperanza. En cada homenaje y cada clase que lo recuerda, se renueva una convicción compartida: las Malvinas son argentinas, no solo por derecho jurídico, sino también por la vida, la fe y la historia que allí florecieron.