Por qué las imágenes creadas con IA pueden reducir la confianza de los consumidores

La inteligencia artificial promete imágenes rápidas, baratas y perfectas para el marketing. Pero esa misma perfección puede jugar en contra. Estudios recientes muestran que muchos consumidores desconfían de los anuncios con imágenes generadas por IA, especialmente cuando buscan experiencias auténticas o toman decisiones importantes.

La irrupción de la inteligencia artificial generativa ha transformado la forma en que las marcas crean y difunden su imagen. Hoy es posible producir campañas visuales completas en cuestión de minutos, sin cámaras ni modelos reales. Sin embargo, a medida que estas imágenes se multiplican, también crece una reacción inesperada: parte del público se siente incómodo, duda de lo que ve y, en algunos casos, decide no comprar.

La promesa visual de la IA
Herramientas como Midjourney o ChatGPT permiten a empresas de todos los tamaños crear imágenes atractivas con un coste mínimo. Para sectores como la hostelería, el turismo o la restauración, la tentación es enorme: mostrar destinos idílicos o platos impecables sin depender de sesiones fotográficas complejas. Sobre el papel, la IA ofrece eficiencia, rapidez y personalización casi infinita.

Cuando la perfección resulta sospechosa
El problema surge cuando los consumidores descubren que esas imágenes no son reales. Investigaciones con cientos de participantes muestran que las imágenes generadas por IA reducen la intención de compra y de recomendación, especialmente en servicios ligados al placer, como hoteles vacacionales o experiencias gastronómicas. Muchos usuarios describen estas imágenes como “frías”, “impersonales” o incluso “engañosas”, porque dificultan imaginar cómo será la experiencia real.

El peso del contexto y la decisión
El rechazo no es universal. En servicios utilitarios y de baja implicación —por ejemplo, una comida rápida o una compra menor— la diferencia entre una imagen real y una sintética apenas se percibe. Sin embargo, cuando la decisión implica dinero, expectativas o emociones, la autenticidad se vuelve clave. En esos casos, cualquier duda sobre la veracidad de lo que se muestra puede inclinar la balanza en contra de la marca.

La fluidez mental y la confianza
La explicación psicológica está en la llamada “fluidez del procesamiento”. Las imágenes reales se interpretan con facilidad porque encajan con la experiencia previa del espectador. Las generadas por IA, aunque visualmente perfectas, pueden provocar una ligera sensación de irrealidad. Esa fricción mental reduce la confianza y, con ella, el atractivo del mensaje. Casos como el de Amnistía Internacional, criticada por usar imágenes de IA en campañas sensibles, muestran cómo la percepción de manipulación puede eclipsar incluso buenas intenciones.

Lecciones para las marcas
La IA no es el enemigo, pero tampoco una solución universal. Para productos y servicios donde la experiencia y la emoción son centrales, las fotografías reales siguen siendo la opción más creíble. La clave está en el equilibrio: usar la IA como apoyo creativo, con transparencia, y no como sustituto absoluto de lo humano.

Tecnología sí, pero con honestidad
En un entorno saturado de imágenes perfectas, los consumidores valoran cada vez más lo auténtico. Las marcas que entiendan esta sensibilidad y combinen innovación tecnológica con honestidad visual tendrán más posibilidades de generar confianza. Porque, al final, incluso en la era de la IA, lo real sigue importando.

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