Meta se lanza al terreno militar con una alianza estratégica junto a Anduril Industries. El proyecto, centrado en tecnologías de realidad extendida, marca no solo el regreso de Palmer Luckey, fundador de Oculus, sino un giro decisivo en la relación entre Silicon Valley y la defensa. ¿Qué significa esto para el futuro de Meta?
Lo que comenzó como una empresa centrada en conectar personas ahora da un salto hacia el sector militar. Meta ha sellado un acuerdo con Anduril Industries para desarrollar tecnologías de realidad extendida (XR) con fines defensivos, un movimiento que redefine su posición en la industria y reabre una relación compleja con Palmer Luckey, el polémico fundador de Oculus. Pero más allá de la reconciliación personal, este giro tiene profundas implicancias económicas y políticas.
Realidad extendida en el campo de batalla: el proyecto Eagle Eyes
Meta y Anduril anunciaron una alianza para desarrollar productos XR que mejoren la percepción y el control en entornos militares. El proyecto más destacado, Eagle Eyes, busca dotar a los soldados de una ventaja tecnológica con herramientas inmersivas que integren visión aumentada y control de plataformas autónomas. Palmer Luckey, actual CEO de Anduril, resumió su objetivo: convertir a los combatientes en “tecnomagos”.
Esta colaboración le permite a Meta canalizar años de desarrollo en realidad virtual hacia un sector que podría finalmente monetizar su inversión. La compañía ha invertido cerca de 100.000 millones de dólares en tecnologías inmersivas desde que reorientó su marca hacia el metaverso. Sin embargo, los retornos comerciales han sido escasos. Aplicaciones como las HoloLens de Microsoft, aunque ambiciosas, enfrentaron problemas técnicos que esta nueva alianza espera superar con soluciones más estables y adaptadas al entorno militar.
La reconciliación entre Zuckerberg y Luckey: ¿una estrategia o redención?
Más allá de la dimensión tecnológica, la alianza marca el fin de una ruptura de ocho años entre Meta y Palmer Luckey. Despedido en 2016 tras financiar un comité pro-Trump, Luckey fue marginado públicamente por la empresa que ayudó a crecer. Ahora, con una disculpa oficial de Andrew Bosworth y declaraciones conciliadoras de Zuckerberg, ambas partes sellan un reencuentro que coincide con un momento de redefinición ideológica para Meta.
Este regreso ocurre mientras Zuckerberg afirma querer volver a las “raíces de libre expresión” de la compañía. Aunque todavía persisten dudas sobre la sinceridad de este viraje, lo cierto es que la reconciliación también es funcional: recuperar a Luckey permite a Meta ingresar a un terreno donde él ya es líder, sin crear un nuevo competidor.
Defensa, inteligencia artificial y la frontera borrosa de la privacidad
El giro de Meta hacia el sector militar se inscribe en una tendencia histórica de Silicon Valley: empresas como Google, Amazon y Microsoft también tienen contratos con el Departamento de Defensa. Pero en el contexto actual, donde las grandes tecnológicas lideran el desarrollo de inteligencia artificial de propósito general, la combinación de defensa, vigilancia y algoritmos genera tensiones nuevas.
Surgen preguntas inquietantes: ¿cómo reaccionará el público si su asistente virtual también sirve a la NSA? ¿Hasta qué punto los consumidores tolerarán que las empresas más presentes en su vida diaria también colaboren con agencias como ICE? Según Intelligencer, este tipo de relaciones podría hacer que Meta ya no se vea como una empresa de redes sociales, sino como un nuevo Raytheon del siglo XXI.
Zuckerberg está a punto de descubrir si su compañía puede coexistir como proveedor de entretenimiento digital y como actor del complejo militar-tecnológico sin perder la confianza del usuario promedio. El desenlace de esta apuesta revelará más que un simple cambio de estrategia: podría reescribir los límites de lo que esperamos —y toleramos— de las grandes tecnológicas.