BUENOS AIRES.- La Selección perdió 3-2 con el poderoso
equipo brasileño tras remontar una diferencia de goles en contra y
con un esfuerzo titánico estuvo cerca de dar el golpe. Ahora la
Albiceleste irá por alcanzar el podio el jueves ante Egipto,
mientras que la Canarinha y Rusia se batirán por el Oro.
El clásico sudamericano se presentó antes de lo esperado. El plan deseado por todos apuntaba a una final con Brasil por el Oro pero el irregular andar en la fase de grupos de Argentina modificó el fixture imaginado.
Así pues envalentonado tras el desahogo de la clasificación con la goleada ante Panamá que acabó por cohesionar al juvenil equipo con el abundante apoyo del público, la Selección afrontó su partido más difícil hasta el momento de la competencia. El balance, aún con la desazón del resultado final adverso, reflejó con creces la maduración de los chicos habiendo enfrentado con entereza los obstáculos rivales y las falencias propias.
El panorama no fue nada alentador en el arranque del encuentro, donde tan sólo 42 segundos le bastaron al robusto pivot Guillermao para marcar el 1-0 de la Canarinha.
Con la desventaja, Argentina debió contener la ansiedad del empate y procurar sostener el orden vital a su estrategia original de hacerse fuerte desde la defensa ante un oponente que evidenciaba su conocida superioridad en los aspectos técnicos, físicos y psicológicos.
No obstante el empeño albiceleste, Brasil capitalizó un error ajeno para que Neguinho empujara al arco vacío para el 2-0.
El encendido tridente conformado por ambos goleadores y Wesley (los tres jugadores del Corinthians) presagiaba lo peor para la suerte de Argentina en lo que restaba del primer tiempo.
Afortunadamente, Argentina no cayó en la frustración y desde lo más profundo tomó coraje para pelear cada pelota como la última. El saldo del mayor roce fue favorable para los argentinos que pusieron en penalización a Brasil y finalmente dispondrían del doble penal ejecutado y convertido por Raggiati para el descuento clave antes del descanso. Incluso la escuadra de Lucuix hasta contó con un margen de tiempo para intentar la igualdad con un rival apremiado por las faltas.
De todos modos, ese envión positivo se prolongó al segundo tiempo donde a los 50 segundos Rufino clavó un bombazo para el 2-1.
El tempranero impacto afectó la confianza brasileña y de allí que los minutos siguientes fueran el espacio de mayor paridad en el juego, donde una entusiasmada Argentina disfrutó de situaciones para darlo vuelta con su adversario visiblemente incómodo en esa parte del trámite.
Sobrevolando los 9′ un furioso remate cruzado del cierre Breno a la salida de un córner venció la resistencia de un Vargas de correcta labor. Entonces fue otra vez volver a empezar para el seleccionado argentino, cuyo ímpetu lo mantuvo en su afán de competir por un nuevo empate.
Con el correr de los minutos, la entrada de Rufino como arquero jugador se hizo inevitable. Pero la Selección no terminó por resolver la respuesta táctica verdeamarelha y así la hazaña resultó trunca.
El aplauso final de la repetida multitud, que hizo fila desde muy temprano para copar Tecnópolis por enésima vez premió la titánica tarea de un equipo que dio la cara de manera dignísima ante un rival de enorme jerarquía en circunstancias por demás complicadas.
El encomiable esfuerzo argentino no se sentirá satisfecho solamente con el reconocimiento popular y en consecuencia este jueves desde las 10:30 irá por su merecida recompensa de medalla, chocando en la definición del bronce ante Egipto. A su término será la decisión del título entre Brasil y Rusia.