Una imagen tomada por un satélite de observación estadounidense reveló algo insólito: en pleno retrato de una base aérea oculta en el desierto chino apareció, de manera fortuita, un satélite Starlink. El cruce orbital dejó un efecto visual tan extraño que algunos ya lo describen como “arte accidental”.
La carrera espacial del siglo XXI no solo se mide en cohetes o estaciones en órbita, también en la superposición azarosa de miles de satélites que llenan el cielo. Lo ocurrido en agosto en el desierto de Gobi es un ejemplo perfecto: un satélite de SpaceX irrumpió en la foto de una base militar que China preferiría mantener fuera de toda mirada extranjera.
Una instantánea con invitados inesperados
La captura, realizada por un satélite WorldView Legion de Maxar Technologies, mostraba con nitidez la base de Dingxin, una instalación clave para el entrenamiento de cazas chinos. En la esquina de la imagen apareció un trazo brillante: era el satélite Starlink número 33 828. La coincidencia, producto de un cruce orbital a 8 km por segundo, generó reflejos cromáticos en el terreno que recordaban a un arcoíris artificial.
Cuando la física crea arte
Según explicó Susanne Hake, directora de Maxar para el gobierno estadounidense, el fenómeno se debió a la fusión de datos de alta resolución en blanco y negro con la información en color. El resultado fue un patrón visual imposible de planear. “La física convirtió un desafío técnico de imagen en arte accidental”, escribió en LinkedIn. Aunque llamativo, el suceso no afecta a la calidad general de las observaciones ni representa riesgos inmediatos.
Un cielo orbital cada vez más saturado
El trasfondo de esta anécdota es menos poético: la saturación del espacio cercano a la Tierra. SpaceX ya opera más de 8 300 satélites Starlink, cifra que sigue creciendo. Sus reflejos de luz molestan a los telescopios ópticos y sus emisiones interfieren en radiotelescopios, comprometiendo estudios de galaxias distantes.
Casos como el de Dingxin recuerdan que, aunque las coincidencias espectrales sean raras, la densidad orbital aumenta el riesgo de colisiones y plantea preguntas urgentes sobre la sostenibilidad espacial.