Muchos ateos confían en la ciencia, sin embargo, creen en lo sobrenatural

Ser ateo, agnóstico o creyente, en gran parte, se parece a ser de un equipo de fútbol o de otro. Tras la decisión no subyace una gran cantidad de estudio, reflexión y debate, sino más bien una inercia o una impostura. Una moda. Una forma de encajar en un grupo. Un odio (muchos ateos en realidad son anticlericales, más que ateos).

Por esa razón, no debería extrañarnos que muchos de los ateos, sin embargo, crean en diferentes manifestaciones sobrenturales. Y que incluso eso suceda en los que confían en la ciencia (pero no tienen mucha idea, obviamente, de epistemología).
Creer o no creer

Mientras que los ateos afirman que no creen en dios (o más bien deberían considerar la hipótesis de Dios como una pérdida de tiempo, porque negar, lo que se dice negar tajantemente, nadie en su sano juicio puede hacerlo), una reciente encuesta ha hallado que la mayoría de ateos tiene al menos una creencia sobrenatural, como la vida después de la muerte o la reencarnación.

Ya sabíamos que casi nadie puede afirmar que rechaza completamente las creencias irracionales, como la vida después de la muerte, la astrología y la existencia de una fuerza vital universal, o cualquier otro tic social, como la suerte o evitar pasar por debajo de una escalera. Los seres humanos no podemos ser racionales todo el tiempo, a todas horas, en todas las situaciones (por eso, precisamente, se inventó la ciencia, como método testador y auditor fuera de nuestras cabezas irracionales a fin de descartar el grano de la paja).

Por ello, incluso en las mentes aparentemente sólidas y racionales de los ateos, que parecen todo pragmatismo y análisis frío, también encontramos trazas de sinrazón equivalentes a confiar en que ser omnisciente y omnipresente lo creó todo (vale, ¿entonces quién lo creó a él?), que resulta incognoscible e inescrutable (vale, entonces ¿cómo nos atrevemos a decir nada sobr él?) y que sirve estupendamente para rellenar nuestras lagunas de ignorancia e incertidumbre (el famoso dios de los agujeros). Al fin y al cabo, si un creyente cree en su dios pero no en Thor o en Ratoncito Pérez, un ateo solo es un creyente que cree en un dios menos que él.

El proyecto Understanding Unbelief, con sede en el Reino Unido, entrevistó a miles de ateos y agnósticos autoidentificados de seis países: Brasil, China, Dinamarca, Japón, Estados Unidos y el Reino Unido. Encontró que a pesar de su impiedad, la mayoría cree en cosas raras, en palabras de Michael Shermer.

Así pues, ser ateo, agnóstico o creyente, aunque porcentualmente sea así, no es garantía de tener un pensamiento más científico. Los motivos que te conducen a ser ateos, agnóstico o creyente es lo importante. La robustez de tu argumentación. Las vueltas y revueltas que has dado hasta llegar a esa posición. Lo dispuesto que estés a razonar, ponderar y cambiar de opinión. Al final, como de costumbre, llegamos a dos o tres ideas que deberíamos estamparnos todos en la pechera de una camiseta: las personas deben respetarse, pero no sus creencias o ideas; y las ideas más respetables no son algunas ideas per se que resultan intocables o son democráticamente aceptadas, sino las que mejor se han fundamentado.

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