Cada 8 de diciembre los cristianos armamos en nuestra casa el árbol de Navidad junto al Pesebre. En Argentina usamos pinos artificiales, le colgamos adornos y luces para comenzar a vestir nuestro hogar con el espíritu navideño, intentando recrear con esta tradición una atmósfera de paz y amor, mientras esperamos la fecha más especial que llega el 25 de diciembre con la Navidad.
En Europa y América del Norte estos árboles suelen ser pinos naturales, algunos los decoran con esferas, moños, velas y también con dulces. Asociamos fácilmente la representación del nacimiento de Jesús con las piezas del Pesebre, pero: ¿por qué armamos un pino y lo decoramos para Navidad?
El origen del árbol de Navidad
Según los historiadores, el cristianismo adoptó y transformó costumbres paganas relacionadas con el culto a los “árboles sagrados”, y así nació el pino decorado de Navidad. Existen varias leyendas e historias sobre tradiciones con árboles como símbolo de “vida eterna y fertilidad”.
Por ejemplo, se habla de costumbres ancestrales como la de los babilonios, quienes cortaban un árbol, le colgaban adornos, e incluso le dejaban regalos debajo de él. Por otro lado, eran los celtas quienes decoraban cada año al comenzar el solsticio de invierno (diciembre, para el hemisferio norte), un roble con frutas y velas, como una forma de vivificar el árbol y asegurar el regreso del sol y de la vegetación en los meses siguientes.
Cuenta la leyenda, que en el siglo VIII había un roble consagrado a Thor en la región de Hesse, en el centro de Alemania. Cada año, durante el solsticio de invierno, se le ofrecía un sacrificio, según detallan en Historia de Nat Geo. Alrededor del año 723, el misionero inglés San Bonifacio se encontró allí con unos paganos que preparaban el sacrificio al pie del árbol. Bonifacio clavó su hacha en el árbol y, al no ser abatido por su dios, proclamó que una planta de hoja perenne cercana era su «árbol sagrado».
El evangelizador taló el árbol ante la mirada atónita de los lugareños y, tras leer el Evangelio, les ofreció un abeto, un árbol de paz que «representa la vida eterna porque sus hojas siempre están verdes» y porque su copa «señala al cielo»: sería nuestro actual pino de Navidad. Según la Enciclopedia Británnica, desde ese momento empezaron a talar abetos durante la Navidad y por algún extraño motivo se colgaron de los techos. Este libro respalda que los árboles de hoja perenne pasaron a formar parte de los ritos cristianos en Alemania.
