Jonathan, cicloviajero de México, lleva seis años recorriendo el continente en bicicleta. En su paso por Río Gallegos, contó su historia, las dificultades del viaje y la emoción de estar cerca de cumplir su gran objetivo: llegar al fin del mundo.
RIO GALLEGOS.- Jonathan es un cicloviajero oriundo de México que llegó a Río Gallegos luego de recorrer 13 países y más de 29.000 kilómetros en bicicleta. En diálogo con TiempoSur explicó que su travesía comenzó hace seis años y que en este último tramo lleva dos años y medio viajando sin detenerse, rumbo a Ushuaia, el objetivo que se propuso desde el inicio de su travesía.
Jonathan explicó que su permanencia en Río Gallegos depende de si consigue hospedaje por unos días más: «Me gustaría quedarme a descansar porque las distancias de la Patagonia Argentina son largas”.
“El viento te mueve para todos lados y te detiene”.
Además, mencionó uno de los mayores obstáculos que enfrenta en el sur: “El viento te mueve para todos lados y te detiene”.
Sobre lo que lo impulsó a salir al mundo con su bicicleta, dijo: “Viajar, conocer, ver qué hay más allá. Vivir un poco antes de morir”.
También relató una de las escenas que más lo emocionan en su camino por la Patagonia: “He visto cruzar muchos guanacos y muchos ñandúes”.
Jonathan también valoró la actitud de la gente local en Argentina: “La gente superlinda, buena onda, siempre dando ánimos. A veces se detienen en la carretera y me dan agua o me dan algo de comer. Es superbuena onda la gente acá”.
Respecto al final de su travesía, expresó: “La idea es la meta siempre, desde que salí de mi casa hace 6 años por primera vez, fue llegar a Ushuaia, conocer, ver qué hay, porque por ejemplo no he buscado imágenes de nada, no sé cómo es porque no me gusta espoilearme hasta que allí veo lugares”.
Y detalló qué hará después: “Quiero llegar, ver cómo es, estar un ratito ahí. Después de eso ya este regreso entre aventones y en buses y así hasta Santiago para de ahí tratar de encontrar un vuelo hacia México. Porque ya quiero ver a mi mamá, llevo rato sin verla, 2 años y medio, y pues las mamás no se vuelven más jóvenes”.
Por último, comentó cómo mantiene el contacto con su familia desde la ruta: “Cada vez que logro conseguir internet le escribo ‘Mamá, sigo con vida’. Y por ejemplo, cuando voy a pasar varios días sin, y sé que no hay pueblos en medio o algo, le digo: ‘Me voy a tardar unos 3 días en escribirte, no te preocupes, todo bien’”.