La instrumentista y compositora cordobesa Clara Cantore, impulsora del ciclo audiovisual “Música por la ciencia”, regresa a los escenarios con una presentación que el próximo sábado en el porteño teatro Margarita Xirgu-Untref le permitirá mostrar los repertorios de sus dos últimos discos y poner en acto que “la música es capaz de gestar espacios, de enlazar mundos”.
(por Sergio Arboleya).- “Yo entiendo que mi función en este mundo es hacer música y usarla como un conector, como un espacio que genera reflexión y que me conecta con mi sabiduría y que tiene el potencial de conectar a quien la está escuchando con su propia sabiduría”, reflexiona Cantore durante una entrevista con Télam.
Desde la localidad de Unquillo, donde reside, la artista confiesa que esa visión amplificada en torno a su arte “fue el camino que encontré para volver a tener el impulso de hacer música porque lo más trágico que me pasó en pandemia fue que realmente perdí las ganas de hacer música y ahora me volvieron porque la entiendo como un espacio que posibilita compartir mi cosmovisión con un montón de otras personas”.
De su talento musical, a la ciencia y a las posibles funciones del arte en un necesariamente nuevo “ecosistema”, Clara dialogó en la antesala del recital que el sábado 3 desde las a las 20.30 ofrecerá en la sala sita en Chacabuco 875.
Allí y en pos de asumir los cancioneros de “Entre algarroba y durazno” (2020) y “La música del vacío” (2022) –los discos cuarto y quinto de su cosecha personal- la bajista y cantante estará acompañada por Ciro Gargaglione (percusión), Juan Torres Fernández (saxo, clarinete, ewi) y Mariano Sarquiz (contrabajo).
Cultora de un folclore de miras amplias y en conexión con otros géneros y geografías, Cantore llamó la atención por asumirlo desde el protagonismo del bajo y la voz.
Con esa impronta recorrió escenarios y festivales nacionales y de Europa, Japón, Estados Unidos, Chile, Uruguay, México y Colombia en un tránsito que la puso en televisión a partir de “Música por la ciencia” y ese mismo pulso audiovisual marcó el tono de “La música del vacío”, registrado en directo y surcado por personales versiones de la canción popular.
Sobre la velada en el Xirgu y los materiales que confluirán en ella, apunta que “me gusta porque es justo la bisagra; cierra algo y abre algo nuevo. Claramente lo siento como un reinicio que tiene implícito toda una temporada más que transformadora”.
Para aprovechar el viaje y poder regresar a su lugar en el mundo en las Sierras Chicas, además Cantore confluirá con Sandra Mihanovich y María Paula Godoy en el Concierto III del Ciclo de Música Popular del Teatro Nacional Cervantes que el miércoles 7 se desarrollará en la Sala Luis Vehil del complejo sito en Libertad 815.
“Vamos a estar compartiendo pedacitos de cada propuesta con María Paula a quien le tengo tanto aprecio y tanta admiración y vamos a invitar a Sandra también que fue la piedra basal de ‘Música por la ciencia’”, adelanta sobre esa otra actividad citadina.
Y enseguida avisa: “La ciudad me resulta un lugar fabuloso y lleno de oportunidades, pero si uno no tiene un lugar para hacer un descanso para cultivar un tiempo al menos interno, se puede convertir en una picadora de carne y de mente”.
Télam: ¿Cómo resuena en vos poder reencontrar discos tuyos que no pudiste presentar y ahora saldrán a escena juntos?
Clara Cantore: La verdad es que han sido tres años de trabajar a full en el proyecto de “Música por la ciencia” y en algún punto mi proyecto solista había quedado relegado, entonces estoy un poco volviendo a esa fase donde estaba antes de la pandemia, pero claro, habiéndome transformado y habiéndose transformado tanto mi forma de entender la música como de entender las construcciones colectivas mismas. Siento que comprendí que para las construcciones colectivas es necesario cultivar la individualidad sana también.
T: El gran público te empezó a ubicar a partir de versiones muy personales y bellas de repertorio conocido ¿cómo es para vos mostrar eso en directo y a la vez tocar tu propia obra?
CC: “Entre algarroba y durazno” tiene canciones que amo realmente y pintan muy bien una época mía, pero también es cierto que además voy a tocar “La música del vacío” que es un disco de clásicos. Así que será un concierto donde se integran ambos mundos: Cosas de cómo llegué hasta aquí que pueden contarle mis canciones y cosas de cómo me transformé que pueden contar las canciones que necesito versionar de otros.
T: Poder escuchar una Clara completa y de hoy…
CC: Para mí es como volver a la raíz y que el público también pueda tener un mapa de dónde viene mi música. Entonces hay como un diálogo fecundo y medio inevitable entre las dos cosas naturalmente. O sea, ya no podría ser solo mis canciones y tampoco podría ser solo clásicos, porque evidentemente algo dentro mío necesita de esas canciones para terminar de completar el relato de lo que soy.
T: ¿Te planteás una nueva síntesis entre lo autoral y lo interpretativo?
CC: Hay una cosa que aprendí en este tiempo que es mi necesidad de hacer propio cada tema que agarro y de hecho muchas veces me tomo licencias en la armonía, en la melodía, en las letras, porque realmente estoy pasando por mi ser lo que estoy haciendo. En algún punto es entender la maternidad de las obras –que yo hago de otros y otros hacen con las mías- como algo expansivo para generar otra cosa y eso nos enseña un poco sobre la participación colectiva. Para mí decir “mi expresión va a ser así y no quiero que nadie la altere”, es perderse de nutrirse de las diversidades del ecosistema en el que estamos y siempre es muy interesante esta participación creativa.
T: ¿Puede pensarse como la búsqueda de un nuevo paradigma, más allá de la música?
CC: El proceso que atravesé me enseñó que cuando uno construye una identidad en función de una forma de hacer música, limita su capacidad de expresión. Salirme de esa estructura que yo misma había creado fue una rotura de cascarón que fue dolorosa pero lo que vino después fue maravilloso, así que a cualquiera que le esté tocando atravesar por un momento de soltar las estructuras con las que se identificó, le cuento que del otro lado hay recompensa. Y yo creo que estamos asistiendo a un cierre de temporada de todos los paradigmas como los conocimos y el hecho de sentarse a pensar interdisciplinariamente sobre todo el desafío de este nuevo tiempo que nos toca empezar a caminar ahora es justamente el de aprender a generar ecosistemas interdisciplinarios e intergeneracionales en donde todas las diversidades que están formándolos tengan espacio y sean escuchadas.
T: Lo cual no implica atravesar las crisis que eso conlleva…
CC: Realmente creo que tenemos que sentarnos a repensar este mundo que está viviendo con una cabeza que no puede ser el sistema operativo que venía funcionando hasta acá y para eso todos nosotros tenemos que revisar las cosas de nuestro propio mundo que ya están obsoletas y que estamos sosteniendo solamente por inercia. Es un proceso de crisis en el que estamos todos involucrados porque nos toca tener un pie en cada mundo: Por un lado estamos todavía viviendo en este mundo en donde hay un montón de cosas que no están funcionando donde hay que dar soluciones de emergencia y de supervivencia, pero si solamente pensamos en esos términos y no aprendemos a tener otra cabeza que piense en otras posibilidades de organizarse, de pensar los sistemas educativos, de pensar los sistemas científicos y los artísticos, vamos a quedar atrapados en el paradigma anterior. Creo necesario abstraerse del bombardero sistemático de caos y de apocalipsis y empezar a gestar espacios que piensen cómo podría funcionar un sistema alternativo y a mí la música me sirve para ese ejercicio.