Casi un lustro después de su fallecimiento, en este plano se sigue homenajeando al Diez en su aniversario número 65.
Innumerables frases populares caerían como anillo al dedo acá. “No se muere quien se va, solo se muere a quien se olvida”, “el pueblo no olvida a quien no traiciona”, “el poder es que la gente te quiera”. Y vaya si hubo poder dentro de esa alma. Diego Armando Maradona hubiese cumplido 65 años este jueves y, como en cada 30 de octubre, la gente no borra de su memoria al ídolo popular que les ha dado numerosas alegrías.
Nacido en el Hospital Eva Perón de Lanús un domingo, fue el tercero de ocho hijos que tuvieron Don Diego y Doña Tota. Se puede caer en el lugar común del repaso de siempre: debutó con 15 años en Argentinos Juniors, llamó la atención de todo el fútbol argentino y eligió salir campeón con Boca, el club de sus amores. Se fue a Europa, tuvo pasos triunfales por Barcelona y Nápoli siendo multicampeón, y se preparó para conseguir su más amado sueño.
El que nunca perdió la humildad, ni siquiera cuando se perdió él mismo. Que siendo de cinco estrellas en Dubái, nunca dejó de ser del barro de acá. Porque Diego, Pelusa, el Diez, Dios, como más les guste, nunca dejó ni dejará de ser. Con todo y eso, Diego hay y habrá sólo uno…
En 1986 tocó el cielo con las manos y llevó a la Argentina a ser nuevamente campeona del mundo, con la cereza del postre de La Mano de Dios y del mejor gol en la historia de la Copa del Mundo con el nacimiento del barrilete cósmico. Todo frente a Inglaterra, con lo que significaba el marco social y los sentimientos a flor de piel, en nombre de los pibes caídos en Malvinas.
Sin embargo, Diego va más allá de eso. Es más que un futbolista o una copa. Y, por favor, que se entienda. El concepto de “campeón del mundo” es incluso aún más profundo que la referencia sencilla y vacía hacia un trofeo. Porque fue la representación de todos aquellos que se acostumbraron a no tener nada y con un poco se sintieron campeones de la vida junto a él. “¿Maradona? ¿Cuál?”, cuestionó en algún momento Cherquis Bialo. Claro, se puede hacer una lista extensa.
Diez del Diez
Suscribiendo a las palabras de un maestro como tal, se puede hablar de una infinita cantidad de Diegos. A poco de que se cumplan cinco años de que saque alas para volar hacia la eternidad, todos los Maradona posibles siguen estando acá. Aquel que fue futbolista y futbolero. Que puso la fe y la esperanza de un pueblo entero en un altar. Ese que conquistó el mundo a pura gambeta.
El concepto de “campeón del mundo” es incluso aún más profundo que la referencia sencilla y vacía hacia un trofeo. Porque fue la representación de todos aquellos que se acostumbraron a no tener nada y con un poco se sintieron campeones de la vida junto a él…

Nunca dejó de ser hijo, incluso sin tener a Don Diego y Doña Tota junto a él, porque siempre los llevó dentro. Tampoco dejó de ser padre, hasta ese fatídico 25 de noviembre de 2020 en el que el sol de Fiorito se apagó. También supo ser estrella. Aquel que pasó de nada a todo por la fama y tuvo altibajos. Que a veces no supo rodearse y se vio endulzado por un diablillo que, por momentos, lo arrastró al camino equivocado.
Ni hablar de aquel Diego intangible. Ese que fue afable, afectuoso y emotivo. Que a su vez fue efusivo, quisquilloso y cabrón. Que fue un genio y genial. El que nunca perdió la humildad, ni siquiera cuando se perdió él mismo. Que siendo de cinco estrellas en Dubái, nunca dejó de ser del barro de acá. Porque Diego, Pelusa, el Diez, Dios, como más les guste, nunca dejó ni dejará de ser. Con todo y eso, Diego hay y habrá sólo uno…