Lo que comenzó como un esfuerzo defensivo, se ha transformado en una estrategia industrial ambiciosa. Con una inversión millonaria, un nuevo caza en desarrollo y una de las flotas más potentes del mundo, apunta a ocupar un lugar reservado a las grandes potencias aeroespaciales.
Durante décadas, Corea del Sur dependió de Estados Unidos para proteger sus cielos. Hoy, el país asiático ha decidido cambiar las reglas: quiere fabricar sus propios cazas, exportarlos y convertirse en un jugador clave en el mercado global de defensa. Detrás de esa decisión hay un plan estratégico que mezcla economía, geopolítica y orgullo nacional.
Una inversión que marca rumbo
Con 26,5 millones de dólares sobre la mesa, Corea del Sur ha puesto en marcha un proyecto ambicioso: el FA-50. Este nuevo caza ligero, basado en el T-50 Golden Eagle, combina funciones de entrenamiento con capacidades ofensivas y defensivas. Su diseño apunta a países que buscan un avión moderno, versátil y más económico que los modelos occidentales. Las primeras entregas se esperan en 2026, aunque la versión definitiva se completaría en 2028.
FA-50, la carta de exportación
El FA-50 no es un prototipo aislado. Variantes previas ya operan en Tailandia, Filipinas, Polonia, Malasia, Egipto, Irak e Indonesia, además de en la propia Fuerza Aérea surcoreana. Cada contrato firmado coloca a Corea del Sur más cerca de consolidarse como un exportador fiable. La estrategia es clara: ofrecer rendimiento a menor coste, con el aval de una industria nacional que ha aprendido a moverse en mercados exigentes.
La fuerza aérea como escaparate
La Fuerza Aérea de la República de Corea (ROKAF) funciona como vitrina de esta ambición. Con unas 1.592 aeronaves, integra cazas avanzados como los F-15K, los F-35A y el KF-21 Boramae, un desarrollo propio que marca un hito industrial. A ello se suman 807 helicópteros —111 de ataque—, 315 cazas, 98 aeronaves de ataque y 41 de transporte de ala fija. Un arsenal que no solo protege sus fronteras, también demuestra la capacidad tecnológica del país.
Más que defensa, un negocio global
El contexto es evidente: la aviación militar se ha convertido en un negocio multimillonario. Corea del Sur busca posicionarse como proveedor de confianza para países que no pueden acceder a cazas estadounidenses o europeos. Con cada nuevo contrato, fortalece alianzas, gana influencia y reduce su dependencia. Su “monstruo aéreo” es algo más que un avión: es la llave de entrada a un club muy exclusivo.