Zeta

El juego es mucho más que un pasatiempo. El juego ordena al mundo, lo configura, lo desarma y lo vuelve a armar. Es el taller de las potencialidades infinitas de la imaginación, de la libertad infantil y de las ansiedades controladas. Por eso, el juego y la imaginación también tienen una poderosa relación con el trauma.

Pretendemos que algo no pasó o que pasó de manera distinta. Para borrar un trauma usamos un mecanismo idéntico al de los juegos; como cuando pretendemos que somos exploradores en una lejana jungla o que el piso está hecho de lava. Hacemos como si el monstruo de la enfermedad mental no estuviera frente a nosotros. Hacemos como si fuéramos personas normales, jugando un rol social, interpretando un papel para no mostrar, al interior, las cortinas rasgadas.

Z, la nueva película del director canadiense Brandon Christensen explora estos temas a través de una trama sencilla, pero, a pesar de todos sus lugares comunes, la nueva cinta del director canadiense logra plantear preguntas interesantes.

Christensen, en ese sentido, parece ser una de las voces más disruptivas en la nueva convencionalidad del horror hollywoodense. Y esta cinta es un retrato interesante del peligro inherente de los juegos y los caminos oscuros a los que nos puede llevar la imaginación.

La familia retratada en la película Z es, entonces, la familia que hemos visto una y otra vez en el centro del horror más común: una familia acomodada, blanca y suburbana con la que el promedio de producciones de Hollywood considera la cúspide de la normalidad y la ausencia de problemas. Por supuesto, esta normalidad balanceada, de catálogo, siempre termina siendo interrumpida por algo, algún elemento extraño que transforma esta normalidad suburbana en una pesadilla.

Género: Terror
Estreno: 22 de abril

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