¿Cómo es posible, hablar de Río Grande, sin ser 1921? ¿Cómo habrá sido antes? ¿Quiénes habrán sido sus habitantes?
Por Kenneth Duncan MacKay y Sandra Agnes.- Aquí les cuento la historia de mis padres quienes, de alguna manera, convergieron en este lugar, llámenlo locura, aventura o destino, no lo sé, pero así sucedió.
Papá, Duncan James MacKay llegó a la ciudad en 1912. Un inmigrante escocés, hombre esbelto, de gran porte y fuerza, con energía hacia el trabajo, propio de su juventud aventurera. En ese entonces, José Menéndez ya lo estaba contactando desde 1910. Lo trajo a Río Grande para administrar la estancia y, así, enseñarles a los peones chilenos de aquí cómo accionar con los ovinos en este lugar muy parecido a su país, en geografía y clima. La estancia María Behety era eminentemente ovejera, pero también tenían algunos vacunos.
Él era muy trabajador, tenía a su cargo doscientos empleados entre los que se encontraban un segundo administrador, un contador, un subcontador y un bodeguero, quien repartía los víveres a todo el personal. También existía la figura del sereno, que debía hacer rondas a determinada hora y anotar lo que sucedía en el momento exacto. Tenían un sistema de relojes cada uno con sus llaves. Además, había un lechero que ordeñaba las vacas para proveer de leche a las familias y al personal del establecimiento.
Otras de las actividades que se realizaban en la estancia era la de recibir y alojar a los turistas extranjeros que llegaban desde Ushuaia, enviados por la señora de Fadul, siendo así el corredor turístico de la época.
Entre los pasatiempos de mi padre estaba el jugar al billar y era muy bueno en eso.
Mi mamá, una malvinense de pura cepa llamada Mildred Mabel MacPhee que arribó a la isla con su familia alrededor del 1900, con la afluencia de muchos otros trabajadores extranjeros que eran requeridos en nuestra zona. Sus padres tuvieron un aserradero en la zona administrado por Sutherland.
Duncan y Mildred se casaron en 1929 y fueron trasladados por José Menéndez a una de sus estancias de Punta Arenas por el término de dos años. Allí nací yo, Kenneth Duncan MacKay, un 15 de mayo de 1931, único hijo del matrimonio.
Al cabo de unos años mamá enfermó de tuberculosis y viajamos a Córdoba a un hospital especializado. Lo hicimos en un avión Junker de la Primera Guerra Mundial, desde el aeropuerto de CAP hasta El Palomar, en la provincia de Buenos Aires. El vuelo duró tres días. Luego nos dirigimos hacia la capital cordobesa.
Mientras mamá se trataba en el hospital, yo quedé al cuidado de la Sra. Hill, directora y dueña de la escuela a la que asistí, hasta que en 1934 mamá falleció. Papá estaba trabajando en Río Grande.
Al cabo de unos años mi papá se casó por segunda vez con una mujer de la ciudad chilena de Porvenir, llamada Cristina Morrison. Se llevaban muy bien juntos.
Mi infancia transcurrió en la estancia y estudiando en Buenos Aires.
Papá administró María Behety por cincuenta años y luego, en 1954, le compró unas hectáreas a José Menéndez a 66 km de la ciudad por la ruta b y la nombró San José, en honor a la Capilla que está a unos km de allí. Quien construye este oratorio es el Sr. Pinola, cuando fallece José Menéndez. A 5 km de la estancia está el Destacamento de Radman en donde conocen a un gendarme que sabía hacer ladrillos. Nos contaba que él en el norte, era ladrillero y fabricaba los ladrillos de barro para construir sus casas. Esto le interesó mucho a mi padre y a mí, así es que comenzamos a hacer pruebas con la tierra cerca del río, es así que al aprender este nuevo oficio, Duncan decidió contratar a un ladrillero del pueblo para montar una empresa.
Nuestra casa en San José se levantó con éstos ladrillos. También, entre otras actividades, fueron socios de la Concesionaria Fiat y Peugeot, de Don Galvarini, hasta que cerró.
Papá falleció en 1957.
Yo continué mi vida en Río Grande, apostando al futuro que ellos iniciaron, con tesón, esfuerzo, constancia y visión. Hoy, con 91 años, disfruto de los logros obtenidos a medida que mi salud me lo permite.