Dorita Jara es antigua pobladora de Tolhuin donde vive desde hace 30 años y es integrante del Centro de Jubilados “No me Olvides” de esa ciudad. Su vida es un ejemplo de superación, porque logró derribar sus propios límites y a los 72 años completó los estudios que no había podido hacer durante su niñez.
TOLHUIN.- Llegó a Río Grande desde la provincia de Neuquén en el año 1980 para conocer a su nieta y mientras estaba en la ciudad le ofrecieron trabajo en una empresa electrónica. Como no tenía estudios primarios completos se sentía insegura de aceptar, pero quien la entrevistó vio su potencial y no dudó en contratarla.
Años después, ya en Tolhuin una maestra la animó a terminar la escuela primaria y cuando logró ese objetivo se embarcó en una empresa superior. En 2016, después de otros tres años más de formación, terminó la escuela secundaria.
“Mi vida fue muy dura, muy difícil, pero gracias a Dios siempre estuve rodeada de personas que me animaron a abandonar los prejuicios que hacen que uno se quede estancado”.
Hoy, sigue sembrando esa semilla que cosechó a lo largo de su vida en Tierra del Fuego, animando a las personas mayores a salir de su casa y participar de las actividades que se organizan para ellos. “Muchas veces se encierran y no quieren hacer nada. Yo no dejo de insistir y los invito. Hay muchos talleres, muchas actividades para no estar solos y aprender a hacer cosas nuevas”.
Dora relata que a poco de comenzar la secundaria en la escuela para adultos, decidió abandonar porque no soportaba la discriminación y el bullying de parte de chicos jóvenes que asistían con ella. “No fui la única que abandonó, pero los otros no quisieron volver más. Yo dejé por tres meses pero después decidí regresar y terminé la carrera”.
“Hoy vivo sorprendiéndome de todo lo que uno puede lograr. Representé a la provincia en un concurso sobre derechos de los adultos mayores. Aprendí computación, telar, participo en un taller literario, acompaño a otras personas para que no se den por vencidas y se capaciten”, dice con alegría.
“Soy feliz porque tengo 78 años y estoy dejando una huella. Los adultos mayores también tenemos derechos y conocerlos nos hace fuertes. Esa es mi tarea”.