En primera persona


El Padre Zink vino a Río Grande en avión. Nos cuenta: “Llegué finalizando marzo de 1956. Viajaba conmigo un alumno que había ido a estudiar a Bs. As. y que ahora volvía. Yo le pregunté: “¿Dónde está el pueblo?”, y él me contestó: “Ahí, padre”. ¡Todo pelado! Me sorprendió (…). Recuerdo que tomamos un taxi. El taxista vive todavía acá …¡Un gran amigo! Fue el primero con el que me encontré. Bueno, llegamos a la parroquia. Allí estaba el director, el padre Forgacs quien, cuando me vio aparecer, me hizo subir y habló por teléfono a la Misión para que me fueran a buscar. Cuando llegué a la Misión, estaban en plena época de clases y me presentaron a los alumnos. Eran alrededor de ciento veinte alumnos, todos internos (…). A mí me tocó en aquella oportunidad dar clases en quinto y sexto grado, y después en algunas materias en los años secundarios. Asistíamos a los pibes en el recreo, jugábamos con ellos. Recuerdo que jugábamos al fútbol en los recreos (…). A veces, cuando veíamos que por ésta, entonces huella, todavía no era la Ruta 3, venía algún coche, ¿Quiere creer que quedábamos como tontos hasta que se perdía otra vez? Y los chicos decían: ¡Tire Padre, tire, pase el fútbol, padre! (ríe). ¡Y entonces jugábamos con sotana!

(Relato extraído del portal “Mensajero del Río” de Mingo Gutiérrez)