El filme “Nuestra venganza es ser felices” aborda el tema de la trata desde la voz de una víctima

El testimonio desgarrador en primera persona de Sonia Sánchez, militante feminista y escritora que fue explotada sexualmente durante gran parte de su vida, es el centro de “Nuestra venganza es ser felices”, de Malena Villarino, que mañana se estrena en el porteño Cine Gaumont.

(Por Hugo F. Sánchez) El documental, que formó parte de la sección Política del último Bafici y llega a la cartelera en la semana del Día Mundial de la Trata que se conmemora el 30 de julio, cuenta la vida de Sánchez desde su llegada a Buenos Aires desde su Chaco natal, su ingreso a la prostitución cuando aún era una adolescente y la caída en una red de trata de personas en distintos puntos del sur del país.

Villarino, que en su anterior película, “De cerca nadie es normal”, había abordado la problemática de la locura, cuenta a Télam que el puntapié inicial del proyecto fue la lectura del libro “Ninguna mujer nace para puta”, de Sonia Sánchez y María Galindo: “Me partió la cabeza por su lucidez y experiencia”.

Y en cuanto a la puesta, que tiene un particular desarrollo poético y performático y refuerzan el testimonio trágico de la protagonista, la directora señala que le propuso que mezclar “esas frases tan visuales que nacen todo el tiempo de ella con otros elementos”, que fuera “osadas a la hora de la forma además del contenido”; un desafió que Sánchez tomó y puso el cuerpo para darle un tono aún más conmovedor al relato.

Télam: ¿Por qué te interesó abordar el tema de la prostitución en tu segundo documental?

Malena Villarino: El proyecto comenzó hace siete años, cuando estaba trabajando en la música de un documental y me rompí un pie subiendo una escalera, así que por la rehabilitación tuve que trasladarme desde mi casa en Tigre a Buenos Aires, en donde todas las semanas cruzaba la Plaza Miserere y veía a mujeres jóvenes y viejas prostituyéndose. Eso generó que empezara a investigar sobre la historia de la prostitución y explotación sexual en nuestro país hasta que leí el libro de Sonia Sánchez, “Ninguna mujer nace para puta”, que me partió la cabeza por su lucidez y experiencia y determinó que ameritaba una película en sí misma.

T: ¿Cómo fue la relación con la autora del libro y protagonista de la película, que accedió a contar su vida con ese nivel de compromiso?

MV: A Sonia la perseguí, porque por más que de mi parte siempre fue desde un lugar de respeto hacia ella y sus tiempos busqué durante dos años una entrevista a solas con ella. Hasta que la directora del Museo de la Mujer, Graciela Tejero, nos facilitó nuestro primer encuentro y, a partir de ahí, todo cambió. Con cada encuentro nos fuimos haciendo cada vez más amigas. Y a pesar de que en general se podría pensar que somos muy diferentes, al menos en los aspectos más importantes para mí somos muy parecidas. Nos gusta desobedecer, ser creativas, indómitas, cuestionar todo; por eso fue una experiencia única en mi vida, porque en la facultad te enseñan a alejarte de tu personaje, a poner una distancia, y con Sonia pasó todo lo contrario. El acercamiento y la apertura entre ambas propició que Sonia se entregue al proyecto de la manera en que lo hizo y lo sigue haciendo.

T: ¿Cómo llegaste a la puesta en donde la historia desgarradora de la protagonista se combina con las intervenciones artísticas que cruzan el relato?

MV: Desde aquel primer día en que nos conocimos le dije que quería hacer algo distinto. Hay muchos elementos narrativos en la película que pertenecen a mi universo personal, como por ejemplo el violonchelo o el recurso de las sombras, por eso le dije que me parecía una persona extremadamente poética y le propuse que mezclásemos esas frases tan visuales que nacen todo el tiempo de ella con otros elementos, que fuésemos osadas a la hora de la forma además del contenido.

Ella aceptó pero me dijo “Las performances que van a aparecer en la película las hago yo, voy a poner el cuerpo en el relato”, y su argumentación era que todo lo que iba a contar lo había vivido y no quería a otra persona interviniendo. Esa actitud me pareció maravillosa, hay partes de la performance en donde la dirección era a través de la música, ella actuando y yo tocando en vivo, por momentos el rodaje fue muy experimental.

T: A través del testimonio de Sonia, la película hace hincapié en la responsabilidad de los hombres sobre la trata. ¿Creés que cuando se aborda la problemática este tema se soslaya?

MV: Creo que nuestra responsabilidad en general se soslaya cuando se toca este tema. Por supuesto que el patriarcado, en donde los hombres detentan privilegios, los convierte en mayores responsables y que muchas veces en el mejor de los casos el foco del abordaje es hablar de las víctimas, aun cuando todavía siguen sin estar restituidos sus derechos en su totalidad. Pero generalmente en los medios se habla como si fuesen casos aislados o cuando ya las chicas están desaparecidas o muertas. No se denuncia el entramado cultural que sostiene esa explotación sexual ni de la connivencia política, ni la de los jueces ni la de los medios.

Para mí hay que poner el foco en el sistema que avala ese tipo de consumo; es decir, el consumidor o el mal llamado “cliente” es un varón prostituyente, es varón. Todavía sigue existiendo el tío, hermano o amigo que lleva a otro varón a debutar a un prostíbulo, entonces se deben atacar las raíces profundas de estas problemáticas que sostienen a la trata y a la explotación sexual y por eso es tan importante la Educación Sexual Integral con una perspectiva crítica a este sistema patriarcal.

T:¿Creés que la película puede ayudar a tomar conciencia de la explotación sexual, que en general, no está en la agenda pública?

MV: Sí, creo que se está logrando ahora mismo. En esta nota que va a salir, en cada proyección, en cada escuela en donde se pase esta película. En la última edición del el Festival de Cine Político nos quedamos dos horas con la gente en la calle debatiendo con el público, y una de las cosas que decimos siempre en esas charlas es que hay 35.000 chicas desaparecidas en democracia. De ese número prácticamente no se habla, por eso creo que la película sirve para poner en agenda este tema. No puede seguir habiendo desaparecidas en nuestro país ni en ningún otro lugar del mundo.

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