El aumento de la incidencia de cáncer en adultos jóvenes

El reciente caso de un famoso joven, Santiago Bal, con un cáncer del tubo digestivo, logró captar el interés de la sociedad acerca del creciente número de adultos jóvenes que padecen está enfermedad

En la actualidad existe un notorio aumento de casos de cáncer en las personas jóvenes. Los adultos jóvenes entre los 18 y 40 años, son un grupo etario que rara vez eran diagnosticados de cáncer.

En mi práctica diaria como oncólogo me tocaban pocos casos anuales de pacientes jóvenes con cáncer. Sin embargo esto fue cambiando con el correr de estos últimos años, todos los oncólogos notamos que cada vez tenemos que atender a una mayor cantidad de pacientes menores de 50 años, menores de 40 años e incluso por debajo de los 30 años. La realidad es que los casos de cáncer van en aumento en todos los grupos etarios, pero es llamativo como hace una década era poco común atender a un adulto jóven con cáncer y hoy en día este grupo etáreo es tan habitual como el grupo de las personas mayores.

Pero este hecho es más que una sensación de los oncólogos, está estudiado epidemiológicamente y publicado: el aumento de la incidencia del cáncer en jóvenes adultos, en especial ocurre en cáncer de mama, tiroides, riñón, colorectal, cuello uterino y testículo. Lo que es más difícil de demostrar es el porqué ocurre este aumento tan evidente de la incidencia de casos en esta población jóven. Las personas que están entre los 20 y 40 años en la actualidad nacieron entre el año 1982 al 2002, es decir que en toda persona nacida a partir de la década del 80 en adelante, debemos considerar que cambios sociales, culturales y de hábitos se modificaron respecto a los años previos.

De seguro que lo primero que se nos viene a la mente es el tipo de alimentación. Por ejemplo, yo nací en el año 1975 y mi única hermana en el año 1.986 y puedo dar fe en primera persona de que tuvimos una alimentación en extremo diferente. Me pongo a mi mismo de ejemplo porque es más fácil exponer este punto de vista: en mi infancia comer golosinas no era tan habitual, ni los helados ni gaseosas, la comida era más elaborada, casi no existía la comida congelada o lista para colocar en el microondas, tampoco estaban de moda los “fast food”.

Mis padres me tenían prohibidos los embutidos como salchichas y fiambres: creo que probé mi primer pancho (hot dog) estando en el colegio secundario, y encima no me gustó. Tengo un hermoso recuerdo de mi niñez, acerca del gran disfrute que me provocaba comer frutas, para mí era un gran festín de dulzura cualquier fruta de estación, creo que ni siquiera tenía una favorita en especial. La contracara de mi niñez la pude ver con mi hermana (nacida en 1986), siendo bebé no toleraba la lactancia sólo tomaba una gaseosa de lima limón de esas transparentes y jugos de soja (todo esto muy azucarado).

A diferencia de mi enamoramiento por las frutas, mi hermana tenía esos sentimientos por los alimentos ultraprocesados como chizitos, papas fritas en paquetes, dulces excesivos como chocolates y esas cosas eran su deleite. Otra gran diferencia, de haber nacido con una década de diferencia era la actividad física: mientras a mi me castigaban porque me la pasaba en el parque jugando al fútbol por horas, a mi hermana le gustaba más la televisión por video cable y los videojuegos. Es evidente que estos cambios de la forma de comer y los hábitos más sedentarios de las nuevas generaciones tienen un gran impacto y se puede considerar, en parte, responsables del aumento de cáncer en los jóvenes (como así también hay más jóvenes diabéticos e hipertensos).

Tengamos en cuenta que biológicamente en la etapa de crecimiento y desarrollo del niño es cuando las células se están multiplicando muy activamente y en este proceso de replicación celular es cuándo el ADN está más lábil, más propenso a sufrir una mutación que es una copia fallida de un pedacito de la molécula de ADN (es similar a lo que nos ocurre en la fotocopiadora: si son muchísimas las hojas a copiar es probable que alguna de esas copias salga fallada) y esa mutación puede conducir al fallo en la fabricación de alguna proteína que quizás mantiene a los oncogénes suprimidos para que no desarrollen un tumor, entonces la falta de esa proteína a raíz de una mutación podría generar que ese individuo desarrolle un cáncer unos años más tarde.

Esto está ampliamente demostrado: el daño del ADN puede ocurrir por alteraciones metabólicas, la obesidad, la mala alimentación, el sedentarismo, los rayos UV, los agentes cancerígenos del cigarrillo etcétera. Es por esto muy importante que tomemos conciencia acerca de la forma de alimentación de los niños desde el momento de su nacimiento y hasta que llegan a su edad adulta.

Es un gran desafío ya que la poderosa industria alimentaria nos impone lo que comemos. Incluso hoy en día los vegetales pueden resultar peligrosos ya que por un lado la semilla desde donde se produjo este vegetal viene modificada genéticamente (para hacerla más resistente por ejemplo) y entonces comemos alimentos transgénicos que no sabemos a futuro que consecuencias nos puede deparar en nuestra salud. Por otro lado, los pesticidas que se usan, muchos de los cuales son en extremo nocivos, los terminamos ingiriendo en nuestra ensalada.

¿Entonces…, que hacemos, que comemos?. No tengo esas respuestas mis queridos lectores, solo les puedo recomendar, basándome en el sentido común, que debemos tender a volver a los alimentos naturales, quizás tener huertas, podemos ir menos al supermercado y más a la verdulería como se hacía antes.

Tal vez podemos evitar los químicos como conservantes, saborizantes o colorantes al no consumir tantos alimentos procesados: es decir tratemos de evitar todo lo que viene empaquetado y con unos códigos de barras en el envase.

Recordemos que nuestras abuelas nisiquiera compraban las pastas en paquetes como se acostumbra hoy en día: se preparaba todo en casa, el pan, los fideos e incluso el arroz venía en unos costales como si fuera recién cosechado, era un gran ahorro de químicos innecesarios en nuestro organismo. Volvamos a enamorarnos de las frutas que son las golosinas de la naturaleza y contienen las vitaminas, minerales, fibras y antioxidantes necesarios para protegernos de muchas enfermedades.

Dejemos de lado los productos muy azucarados, tan artificiales como nocivos para nuestro cuerpo. El desafortunado problema de salud de Santiago Bal nos sirve para dar más visibilidad social a este importante tema.

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