Coníferas, piñas y Navidad bien al Sur

Desde su profesión como paleobotánica Ana Andruchow Colombo planteó un interrogante sobre la procedencia de los árboles de Navidad. Si bien el texto original puede leerse Más que Dinosaurios, la especialista, dialogó con El Sureño sobre cómo se verían “nuestros” árboles de Navidad y las razones por las que se ‘enamoró’ de las coníferas del hemisferio sur.

RIO GRANDE.- Ana Andruchow Colombo es paleobotánica, se doctoró a fines del año pasado y se especializó en el estudio de una familia de coníferas del hemisferio sur: las podocarpáceas. Actualmente está haciendo un posdoctorado en la Universidad de Cornell, en Estados Unidos, trabajando con el registro fósil de gimnospermas patagónicas del Cretácico.

Campaña a una localidad fosilífera del Cretácico de Patagonia con un equipo del Museo Paleontológico Egidio Feruglio (MEF) y de Cornell.

La Dra. Andruchow Colombo es, además, autora del texto “¿De dónde vienen los árboles de Navidad?” publicado en el libro de Divulgación Científica Más que dinosaurios.

Según explicó Andruchow dentro de las coníferas hay seis familias actuales, dos de ellas ocurren casi exclusivamente en el hemisferio sur hoy en día (la familia de los podocarpos y la de las araucarias) y una tercera familia tiene representantes exclusivamente del hemisferio sur y otros exclusivamente del hemisferio norte (la familia de los cipreses): “Algo muy interesante de ver es que dentro de las dos familias exclusivamente sudhemisféricas hay géneros que tienen algunas especies actuales en Sudamérica y otras en Australia, Oceanía o la región de Australasia ¡y son especies bastante cercanas!”, remarcó.

Esto incluye, además de Oceanía, algunas islas y territorios del sudeste asiático: “Un ejemplo clásico de esa distribución ‘partida’ (o disyunta) es el de las araucarias que tiene a los pehuenes en Patagonia y a los pinos bunya en Australia. Esos pinos bunya (Araucaria bidwillii) tienen unos conos gigantes y es una especie que por lo impresionante de sus árboles está plantada por todos lados. De hecho hay varios de estos árboles en el Jardín Botánico de Buenos Aires”, mencionó la paleobotánica.

Pero, cómo sabemos que estas plantas son procedentes de una región determinada. Es gracias a colecciones históricas de todas estas plantas: En las expediciones botánicas se coleccionan especímenes de las distintas plantas de determinadas regiones. Esas plantas luego se secan y se depositan junto con la información de colección (quién las juntó, dónde, y cuándo) en herbarios. Los herbarios contienen colecciones de plantas de todo el mundo: “¡Esta tarea se viene realizando desde hace desde hace varios siglos! y entonces en el mundo existen registros bastante precisos de la distribución de las distintas plantas actuales. Por supuesto siempre quedan regiones sin explorar así que nunca es perfecto ese conocimiento”, aclaró Ana.

Izquierda: Una hoja de la especie fósil Araucaria lefipanensis, de unos 67 millones de años de antigüedad. Centro. Una hoja seca de la especie actual Araucaria. Derecha: Hoja seca de la especie actual Araucaria araucana (pehuén) nativa de la Patagonia argentina y chilena.

Con respecto a la distribución pasada de las plantas es un poco más complicado, porque el registro fósil está un poco más escondido que las plantas actuales, y muchísimas veces los organismos que existieron no se preservaron en las rocas: “Teniendo en cuenta esas limitaciones, igual es enorme la cantidad de información que podemos sacar del registro fósil. Y lo hacemos de una manera similar a como se hace con actuales, vamos al campo y colectamos fósiles, que luego se depositan en la colección de un museo junto con toda la información de la colección (en qué lugar se colectó, edad de los yacimientos, etcétera), y luego las estudiamos. Con ese estudio podemos identificar los distintos grupos presentes en un lugar y tiempo determinados, y después compararlo con lo que se sabe a partir de la distribución de sus parientes actuales y fósiles”, detalló la Dra.

Luego de años de estudiar, conocer, clasificar y diferenciar las coníferas de diferentes regiones del planeta, Ana Andruchow confiesa que las encontradas en el Hemisferio Sur son sus favoritas, y detalló por qué: “Cuando se estudian y pensamos en coníferas. Lo hacemos muy centrados en las especies del hemisferio norte, que son básicamente esos pinos o los cipreses, o las del tipo de los árboles de Navidad. Las coníferas del sur se alejan mucho de esa morfología. Tienen hojas que no se asemejan para nada a las agujitas del pino. Algunas tienen conitos o piñas que parecen frambuesitas, otras tienen piñas enormes del tamaño de una pelota de fútbol, en otros casos como conitos que parecen racimos de uvas amarillas, sin dudas esa diversidad mucho mayor que la de la morfología de las coníferas del norte es la que me cautivó. En lo que es el sur de Argentina y Chile bastantes de esas coníferas con morfologías extrañas”, finalizó. 

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