La guerra encarada por la última dictadura no solo fue un desastre en términos militares, organizacionales, logísticos, operacionales y estratégicos sino que, sobre todo, un acto absolutamente irresponsable en materia diplomática, que puso nuevamente el péndulo a favor de los intereses británicos. Así, la guerra encarada por Leopoldo Fortunato Galtieri, Jorge Isaac Anaya y Basilio Lami Dozo destruyó 22 años de triunfos argentinos en el seno de la Organización de Naciones Unidas; nos quitó la iniciativa, la fortaleza alcanzada en el plano internacional para poder seguir obligando a los ingleses a sentarse en una mesa de negociación, en un proceso cierto que nos habría llevado o acercado, a la devolución definitiva de las Islas Malvinas.
Millones de argentinos y argentinas de todas las edades desconocen, por la mítica exitista de la guerra, el gran logro que obtuvo el país en las Naciones Unidas desde 1960 y luego en 1965, durante el gobierno democrático de Arturo Humberto Illia, que obligó a los ingleses a sentarse a dialogar por la disputa de soberanía.
Desconocen lo que sucedió durante esas dos décadas anteriores donde, efectivamente, veníamos ganando en el campo diplomático y que la guerra echó por tierra. Y con ella, todo el proceso de comunicación, relación y confianza mutua con los isleños.
Las dos resoluciones claves de Naciones Unidas
El 14 de diciembre de 1960 la Asamblea General de las Naciones Unidas adoptó la resolución 1514 (XV) “Declaración sobre la concesión de la independencia a los países y pueblos coloniales”; marcando un hito en el proceso de descolonización impulsado por el máximo organismo internacional, proclamando “la necesidad de poner fin, rápida e incondicionalmente, al colonialismo en todas sus formas y manifestaciones”, y consagrando los dos principios fundamentales que debían guiar el proceso de descolonización: el de libre determinación y el de integridad territorial.
En su párrafo sexto, referido al principio de integridad territorial, la resolución 1514 (XV) establece que “todo intento encaminado a quebrar total o parcialmente la unidad nacional y la integridad territorial de un país es incompatible con los propósitos y principios de la Carta de las Naciones Unidas”, fijando una clara posición respecto de que allí donde estuviera en riesgo la integridad territorial de los Estados, no debe recurrirse a la aplicación de la libre determinación. Asunto que ocurre en Malvinas, dado que la acción colonial británica generó un desmembramiento del territorio de la Nación argentina.
En este proceso de descolonización y en aplicación de la resolución 1514 (XV), el 16 de diciembre de 1965 la Asamblea General adoptó la resolución 2065 (XX) –la primera en la historia referida exclusivamente a la Cuestión Malvinas-, a través de la cual reconoció la existencia de una disputa de soberanía entre la Argentina y el Reino Unido e invitó a ambos países a negociar para encontrar una solución pacífica a la controversia.
La importancia de esta resolución radica en que allí se establecen los elementos esenciales que definen a la Cuestión y –en consecuencia- la forma en que debe ser solucionada. Estos son:
- Que el caso de las Islas Malvinas es una de las formas de colonialismo al que debe ponerse fin.
- Que en este caso subyace una disputa de soberanía entre los gobiernos argentino y británico.
- Que la forma de encontrarle una solución es a través de las negociaciones bilaterales entre ambos gobiernos.
Dice además que estas negociaciones deberán tener en cuenta los principios y propósitos de la Carta de las Naciones Unidas y de la resolución 1514 (XV), así como los intereses de la población de las islas.
Y lo más importante; que en las negociaciones para encontrar una solución a la disputa deben ser tenidos en cuenta los intereses de los habitantes de las islas y no sus deseos, excluyendo la aplicación de la libre determinación para este caso en particular.
En los años que siguieron a la adopción de esta resolución se inició un proceso de negociación bilateral respecto de la soberanía sobre las Islas Malvinas, Georgias del Sur, Sandwich del Sur y los espacios marítimos, en los cuales ambas partes propusieron distintas alternativas de solución que lamentablemente no llegaron a concretarse.
Pero en el año 1973 la Asamblea General declaró la necesidad de acelerar las negociaciones en curso, y mediante su resolución 3160 (XXVIII) instó a ambos gobiernos a proseguirlas sin demora.
En forma paralela a las negociaciones sobre el fondo de la Cuestión, se desarrollaron conversaciones especiales sobre aspectos prácticos que permitirían mejorar la calidad de vida de la población de las Islas, demostrando así la Argentina su voluntad de atender a los intereses de los isleños.
Como resultado de esas conversaciones especiales, ambos gobiernos arribaron en 1971 a un acuerdo –bajo fórmula de soberanía- que facilitó la provisión de bienes y servicios a las islas desde el continente. De esta forma se establecieron servicios aéreos y marítimos regulares; comunicaciones postales, telegráficas y telefónicas; y la Argentina asumió el compromiso de cooperar en los campos de la salud, educacional, agrícola y técnico.
El protagonista de la Patagonia y de Tierra del Fuego
Fue tan así, que desde Comodoro Rivadavia todas las semanas comenzó a volar la Línea Aérea del Estado, LADE; a Malvinas.
Para eso el Estado argentino invirtió fondos y envió profesionales, para ampliar la pista de aviación de Puerto Argentino.
YPF trasladó una planta de combustible que estaba en Río Grande, para dar asistencia a la demanda local de nafta, kerosene y gasoil, y cubrir las necesidades de las operaciones aéreas.
Todo ello, a partir del abastecimiento marítimo que Yacimientos Petrolíferos Fiscales (YPF) comenzó a desarrollar con buques tanque.
Lo mismo hizo Gas del Estado. Porque hasta esa fecha, los isleños malvineros, los kelpers, se calefaccionaban y cocinaban con turba.
Las primeras garrafas y tubos de gas que vieron y calentaron los hogares de los habitantes de Malvinas, fueron los de Gas del Estado.
A eso se le sumó la presencia de Correo Argentino, la escuela bilingüe, el puente aéreo sanitario y educativo que permitió que jóvenes malvineros estudiaran en las escuelas de Buenos Aires y de la Patagonia, como sucedía en la Misión Agrotécnica Salesiana de Río Grande.
La fruta fresca, la diversidad de alimentos, las revistas, los diarios, los televisores a color en 1978 para el mundial que fueron enviados desde las fábricas electrónicas de Río Grande, el turismo.
Y lo más importante en términos humanitarios: los hospitales públicos de la Argentina continental abrieron sus puertas para atender todas las enfermedades que sufría la población implantada, y también los embarazos y nacimientos.
Muy pocos fueguinos saben lo que significó la gran tarea que llevaron adelante Ester Mercedes Fadul de Sobrino y Ernesto Manuel Campo en sus roles de diputados nacionales por Tierra del Fuego; para que eso que se había conseguido en términos democráticos durante el gobierno radical de Illia, se materializara.
Más aún, hasta febrero de 1982 diplomáticos argentinos y británicos se reunieron en Nueva York para continuar con las negociaciones por el camino del diálogo y la paz.
A la guerra no se llegó de la nada. La guerra fue un acto más que insensato en términos políticos y diplomáticos, fulminó 22 años de negociaciones abiertas en procesos democráticos.
Luego de 40 años después de esta nueva etapa democrática del país, ese objetivo de máxima relevancia nacional e internacional nacido con toda legalidad y legitimidad en la década de los 60, está interrumpido.
UNA, por la negativa absoluta del Reino Unido de retomar -producto de la guerra- el diálogo cortado por la acción bélica de la dictadura; y DOS, por la entrega de jurisdicción territorial y recursos otorgada por el expresidente Carlos Menem a través de los Tratados de Madrid y su continuidad a mediante el Acuerdo Foradori Duncan de Mauricio Macri, que en marzo de 2023 Alberto Fernández dijo haber finalizado, pero que en los efectos prácticos siguió vigente.
¿Qué es la soberanía?
¿Es un acto de declamación vacía de contenido? ¿O es el ejercicio de gobierno, de control, utilización, posesión geográfica y jurisdiccional de un territorio, junto a la explotación y cuidado de sus riquezas y recursos naturales, y con ello, la aplicación de las leyes de un país que garanticen derechos y garantías para quienes allí habiten?
Nadie debe tener dudas que luego de la guerra de 1982 lo primero que perdimos, además de los 649 héroes, fue parte de nuestra soberanía. Y ya no solo de las Islas Malvinas, sino un vasto espacio marítimo e insular de nuestro Atlántico suroccidental. Y que lo único que ha crecido es el dolor que impera por no haber podido salir de la situación en que nos dejó la dictadura.
Un dato poco difundido y por lo tanto poco conocido, es que previo a la guerra Gran Bretaña solo ocupaba 11.800 km2 de territorio. El archipiélago y 5 millas alrededor del mismo. Y que hoy, 41 años después; los británicos usurpan 1.6 millones de km2 de territorio argentino y fueguino.
Vale resaltar permanentemente esto; porque Tierra del Fuego es la única provincia afectada por el colonialismo inglés. Ni Santa Cruz, ni Chubut, ni ninguna otra jurisdicción federal del país se han visto perjudicadas y despojadas como la nuestra.
Y ahí se ve claramente la afectación a la soberanía jurídica, territorial y marítima de Argentina en general y de la Tierra del Fuego, Antártida e Islas del Atlántico Sur en particular, en 191 años de usurpación británica. Sobre todo, desde 1989 en adelante en que el gobierno de Carlos Saúl Menem permitió a través de los ilegítimos Tratados de Madrid I y II (14) (15) ese avance –como se indicó- de 11.800 km2 a los 1.6 millones de km2.
Especial para El Sureño, del soldado combatiente de Malvinas, periodista e investigador, Daniel Guzmán.