Si bien las expectativas previas estaban puestas en revivir al menos una parte de la magia stone a partir de la presencia de un actor importante en su andar, lo más destacado de la noche fue la monumental muestra de rock que ofreció el neoyorquino
Bernard Fowler, histórico corista de Los Rolling Stones, desató la noche del lunes una vigorosa fiesta rockera en el Teatro Vorterix, del barrio porteño de Colegiales, en la que sació con creces las ansias de los fans locales de disfrutar en vivo de clásicos de la legendaria banda británica, pero que destacó fundamentalmente por su magistral recorrido por las distintas vertientes del género.
Es que, si bien las expectativas previas estaban puestas en revivir al menos una parte de la magia stone a partir de la presencia de un actor importante en su andar, lo cual fue superado con creces, lo más destacado de la noche fue la monumental muestra de rock que ofreció el neoyorquino, junto a una banda de músicos locales que suelen acompañarlo cada vez que visita el país.
Y aunque el oído afinado podía darse cuenta de una lógica falta de horas de ensayo por el carácter improvisado del show, el fluido diálogo en el mismo idioma musical entre Fowler y la banda, que derivó en monumentales interpretaciones, se impuso y marcó el pulso del concierto.
Esta tarea lograda por Fabián “Zorrito” Von Quintiero en bajo, Pilo Gómez y Gaita Lattes en guitarras, Nico Rafetta en teclados y Carlos “Melena” Sánchez en batería; también posibilitó que Jimmy Rip, Carca y el grupo de música afro La Familia, los invitados durante el show, pudieran acoplarse y brillar sin mayores inconvenientes.
Por supuesto que todo esto tuvo como gran bastonero al propio Fowler, un brillante cantante, lleno de matices pero siempre con el característico timbre negro; y un imponente frontman, dominador absoluto del escenario, incluso cuando optaba por correrse del centro, una virtud pulida a lo largo de tantos años de carretera junto a Mick Jagger, el gran decano en estas lides.
“No vine a hacer un show, solo vamos a divertirnos”, había advertido el cantante horas antes en una entrevista a Télam en la que contó que su presencia en el país se debía a que estaba trabajando en un disco de tango y que el estudio de ese tema lo había llevado a indagar en torno a la invisibilización de los afrodescendientes en la Argentina. Y así ocurrió efectivamente la noche del lunes.
Claro que la fiesta prometida tuvo al rock del bueno como el gran invitado, al punto que la presteza lograda por Fowler y la banda en los pasajes en las que interpretaron temas incluidos en sus discos solistas opacó en el plano musical a las versiones stones, acaso lo más esperado por el público que colmó el lugar.
“Mire, mire qué locura; mire, mire qué emoción; esta noche toca Bernard y el año que viene tocan los Stones”, clamaba el público antes del inicio del show, como prueba de lo que esperaba encontrar allí.
Con ese clima, Fowler intercaló en el pasaje principal de la presentación algunos temas de los Stones, como “You´ve Got Me Rocking” y “Tumbling Dice”, con composiciones propias que pasearon entre el rock duro racial patentado por Living Colour, el rhythm & blues, el boogie y el reggae -con tributo a Bob Marley incluido a partir del cruce con “Get Up, Stand Up”-.
La locura stone con la potencia rockera de las canciones propias hubieran bastado por sí solas para animar la fiesta prometida, pero la llegada de los invitados, y con ellos de los grandes clásicos, subieron aún más el tono.
El guitarrista Jimmy Rip, productor de Mick Jagger radicado en Argentina desde hace más de una década, le dio un mayor envergadura stone al escenario cuando se sumó en “Miss You” y “Jumping Jack Flash”; por su parte, Carca puso su guitarra en “The Jean Genie”, de David Bowie. Antes había sonado “Rebel Rebel” del icónico artista británico y luego sería el turno de “Heroes”.
A la hora de los bises, y acaso como gran demostración de la ligazón entre la música rioplatense y el rock a través de su común raíz negra, Fowler invitó a La Familia, un combo integrado por argentinos afrodescendientes que había actuado como telonero, para una versión plagada de tambores de “Sympathy For The Devil”.
El gran final fue con un Vorterix literalmente temblando al ritmo de “Satisfaction”, con Jimmy Rip lanzando filosos e incendiarios solos de guitarra, Fowler al borde de las lágrimas por el amor del público y un recinto completo con sus deseos potenciados de ver una vez más en vivo a “Sus Majestades Satánicas”.