Amaneciendo sobre la muralla china

Gran Muralla China visible desde el espacio.

Un viaje en primera persona que te llevará a despertar sobre un muro construido en los periodos de los reinos combatientes, más de dos mil años atrás. Acampar sobre la muralla es también un viaje de conexión con su historia y su inmensidad.

 

 

 

BUENOS AIRES.- Durante los siglos VII y IV A.C. los principados feudales erigieron murallas para defender sus fronteras de los constantes ataques de los xiongnu, tribu nómade perteneciente a los actuales territorios de Mongolia. Después de la unificación de China en el siglo III A.C. el emperador Qin Shi Huangdi, conocido por los Guerreros de Terracota de Xi’an, unió las murallas aisladas del norte. En los años siguientes se reconstruyó una gran parte de la muralla, que logró extenderse desde la frontera con Corea hasta el desierto de Gobi con varias construcciones secundarias. Gradualmente comenzó a ser llamada Gran Muralla de Diez Mil Li que equivalen aproximadamente a 21.000 kilómetros de los cuales hoy en día queda el 30%.

Mucho tiempo después, en los ´70, la Muralla era vista como emblema del absolutismo de las dinastías chinas. El gobierno comunista incitó a sus habitantes a utilizar las piedras de los tramos más derrumbados de la muralla para construir sus casas. En una de estas aldeas comenzó mi aventura y la de otras seis personas.

La Muralla China es el sitio turístico más visitado del mundo llegando a reunir en 2014 a ocho millones de personas en un mismo día. En 1987 fue nombrado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco y en 2007 fue elegida como una de Las Nuevas Siete Maravillas del mundo Moderno. No quería ir a Badaling para ver cientos de personas con sus cámaras y la parte de la muralla adaptada para los turistas. En mi fuero interno sentíala necesidad de conectar realmente con su historia. Cuando me contaron la opción de acampar allí dije inmediatamente que sí sin dudarlo. Reconozco que varias veces, ya sobre la muralla, dudé sobre mi decisión.

Los libros nos cuentan que mide de 6 a 7 metros de alto y de 4 a 5 metros de ancho. En las primeras horas comprobé que era mentira. Podría ser una verdad del pasado pero en las condiciones actuales en las que se encuentra había tramos que apenas llegaban a un metro y medio de ancho. Los muros se sucedían a lo lejos zigzagueantes y expectantes. Levanté varias veces la vista al horizonte sin poder distinguir dónde terminaba la extensa línea de rocas. Me sentí en el mar. En vez del sonido de las olas escuchaba el ondear del viento. La sensación de infinidad era la misma.

Las atalayas y las torres se sucedían una tras otra. Me encontré pensando sobre la vida mientras escalaba casi verticalmente una sima de rocas derrumbadas que soltaban el muro condenándose al vacío. Me detuve en seco a esperar al resto del grupo. ¿Cómo se suponía que iba a bordear esa torre? El guía me mostró cómo. Me sujeté bien fuerte a sus paredes en cualquier bulto o recoveco que encontré mientras mis pies a penas lograban encontrar apoyo. Una vez del otro lado miré hacia abajo encontrando una enorme caída vertical cubierta de plantas marrones espinosas que parecían tampoco tener fin. La guía me explicó que en primavera las montañas se cubren de rosa.

Finalmente encontramos un descampado amplio que sostuviera nuestras carpas por la noche. A cada pareja le tocó una pero yo, como fui sola, dormí sola. Comimos pescado disecado y verduras salteadas con distintas bebidas. La muralla se tiñó de un naranja cada vez más apagado hasta que se hizo de noche. Conversamos un poco y nos fuimos a dormir. Me metí dentro de las dos bolsas de dormir que me dieron, a mi pedido, pero aún así no logré más que intentar no pensar en el frío. Durante el día la actividad física me hizo entrar en calor pero la noche rápidamente nos recordó, hasta los huesos, que aún era invierno y que nos encontrábamos bastante al norte del continente asiático.

Todos estábamos despiertos pero nos levantamos recién tres horas después del amanecer, cuando el sol comienza a calentar la tierra. Durante el desayuno nos contaron que nos encontrábamos en la construcción que empleó más trabajadores en la historia de la humanidad. Miles de personas murieron transportando piedras y colocándolas una sobre otra. Me pregunté en silencio sobre los pensamientos de sus creadores. Piedra tras piedra mirando el interminable manto rosa que, si se dejaban caer, los vería morir. Me estremecí.

El gobierno chino recién en 1605 permitió el paso al explorador jesuita Bento de Góis quien fue el primer hombre europeo en caminar sobre la gran muralla. Durante cientos de años sus vistas estuvieron vedadas para los curiosos. Hoy en día millones de personas las conocen pero solo los aventureros las sienten en el silencio más profundo que la inmensidad puede llegar a provocar.

Mi último suspiro sobre la muralla se lo dediqué a una promesa que no pensé posible durante la cruda noche: volveré para verla vestida de rosa.

 

 

¿Ir solo o unirse a una excursión?

Las partes turísticas de la muralla permiten ir sin guía mientras se abone el pago de la entrada. En cambio, poder acampar en una parte no turística sin unirse a una excursión se dificulta debido a que hay que saber de antemano dónde la geografía permite el ascenso. Por otro lado, los guías conocen a la gente local que de otra forma no te dejan pasar. Los aldeanos no gustan de los visitantes ya que un cigarrillo o una fogata en época de sequía podría iniciar un incendio en la muralla que llegara hasta sus casas.

 

 

Sobre la caminata y su dificultad

La excursión de dos días, de un nivel de dificultad 3 (medio/fuerte), por lo general abarca 20 kilómetros. No es necesario ninguna habilidad especial pero sí tener un buen estado físico. Los equipos necesarios son proveídos por los guías pero cada pareja debe llevar una mochila con su carpa y bolsas de dormir.

Los guías saben mucho sobre China pudiendo aclarar dudas sobre los usos y costumbres de su pueblo. El ambiente es distendido y alegre durante toda la travesía. Cada uno es libre de llevar objetos personales entre los que se puede colar una bebida o un postre. La cena y el desayuno son puntos de reunión para conocer más sobre la muralla y sobre la historia de cada uno de los presentes.

 

 

¿Vale la pena?

Definitivamente. Ya sea por estar dentro de la carpa sobre la muralla Yangbian mirando el cielo cubierto de polvo de estrellas, apreciar la montaña Bijia con 1’448 metros desde la fortaleza Zhenbian, caminar sobre la sección llamada Yangbian (ejemplo) construida con el propósito de servir como ejemplo para las demás secciones o vivenciar los sectores construidos durante los periodos de los reinos combatientes, más de dos mil años atrás.

Si quieres unirte a una excursión te recomiendo la empresa que utilicé: China Hiking.

Gentileza de www.todoparaviajar.com.