Eloy Vidal nació en Puerto Porvenir, provincia chilena de Tierra del Fuego.
A corta edad y después de haber pasado por el colegio San Carlos, en la ciudad de Buenos Aires, vino a terminar sus estudios en la Misión Salesiana, con un régimen de verano que se daba entre los meses de septiembre a mayo.
Allí se recibiría de Mayordomo Rural, título que le serviría para conseguir, con sólo 22 años, trabajo como ayudante en la oficina de contabilidad de la estancia María Behety, establecimiento que contaba con más de cien trabajadores. Se encargaba de manejar las documentaciones, preparar los cheques de los sueldos y controlar las horas extras, trabajo que en esa época se realizaba en grandes planillas y todo a mano. También se encargaba de realizar el inventario del galpón de esquila, considerado en ese momento el más grande del mundo.
Eloy se aburría un poco con este tipo de trabajo y pidió salir a recorrer la isla para encargarse del cuidado de las ovejas, trabajo que era muy duro debido a la inclemencia del tiempo. Cuenta que los caminos se ponían intransitables y que un día tuvieron problema con las luces del vehículo en que viajaban y Eloy sacó el brazo por la ventana y con una linterna alumbró el camino de regreso. Casi se congela.
Trabajó en la estancia Sara, como suplente de capataz, pero fue por poco tiempo dado que se encontraría con el ingeniero agrónomo Jaime Serra, quien lo ingresaría a trabajar en 1960 al INTA donde el trabajo estaba relacionado con la siembra de semillas, de pastura para el reemplazo de pastos naturales. Eloy conocía a varios administradores y seria de gran ayuda dado que podría explicar el trabajo del INTA y cómo podrían ayudarse mutuamente.
En 1978 se retira para volver a la Misión Salesiana como Mayordomo Rural. También trabajó en la Municipalidad de Rio Grande, en Parques y Jardines; y en el vivero del recordado kiosco Fénix, que se encontraba en la esquina de Perito Moreno y Libertad.
Alicia Ester Glennon, mi madre, nació en Buenos Aires. Huérfana al nacer queda a cargo de unos tíos, quienes a la edad de 12 años la traen a Río Grande, dejándola pupila en el colegio María Auxiliadora y a cargo de don Martínez, padre del exintendente “Chiquito” Martínez.
A los 16 años se conocen con mi padre y se casan, acto que realiza en ese momento el recordado juez Cabezas. De dicha unión nació Daniel Omar, mi hermano, y Marcela Beatriz, quien narra esta historia.
Mamá, además de acompañar a Eloy en cada una de sus decisiones, tuvo oportunidad de trabajar en una fábrica de relojes ubicada en calle San Martín donde en un momento estuvo Casa Ibarra.
Hoy, ninguno de los tres se encuentra conmigo, me cuidan desde el cielo. Desde allí me acompañan como los grandes recuerdos que tengo de mi infancia y adolescencia, celebraciones de fin de año o salidas al campo a muy temprana hora para poder encontrar el lugar preferido cerca de La Antena y acampar para poder disfrutar de la casita de ramas que habíamos construido en el viaje anterior. O la locura de Eloy, que lo llevó a izar la bandera de River en la plaza Almirante Brown, posterior al campeonato logrado después de 18 años.
Y así se fue forjando mi ciudad, con autores anónimos hasta hoy, con diferentes historias pero no por eso menos importantes.