A 20 años del ingreso de las primeras cadetes del cuerpo Comando a la Escuela Naval Militar

La incorporación de mujeres al cuerpo de Cadetes se dio en el marco del proceso de integración de la mujer al ámbito de la Defensa y de una sociedad en la que la igualdad de oportunidades se acentuaba en diversos escenarios.

BUENOS AIRES (La Gaceta Marinera).- Corría el año 2002, pleno febrero y ellas bajaron del ferry con actitud y expectativas; Río Santiago las recibió para dar paso a un camino que habían elegido transitar, un camino ligado al mar y a la vocación militar.

El 11 de febrero de 2002 ingresaron por primera vez mujeres al cuerpo de Cadetes de la Escuela Naval Militar.

Llegaron desde diferentes puntos de nuestro país; algunas conocían la vida militar por las historias de familiares que pertenecían o habían sido parte de la Armada Argentina y varias de ellas para descubrir un mundo del que poco sabían.

En ese momento, estas jóvenes que no superaban los 22 años, tal vez no tomaban dimensión de que su incorporación al cuerpo de Cadetes de la Escuela Naval Militar trazaba un hito en la historia de la Armada Argentina. Al igual que sus compañeros varones, tuvieron que adaptarse a la vida militar, pero también insertarse en un mundo tradicionalmente masculino que comenzaba a generar espacios tendientes a la igualdad de oportunidades y derechos, acorde a lo que sucedía en la sociedad toda.

La Armada Argentina, desde 1978, tenía una trayectoria y antecedentes en la inclusión de la mujer en la Fuerza. Aquel año se inauguró el Liceo Naval Militar femenino “Dr. D. Francisco de Gurruchaga” en la ciudad de Salta y desde 1979 se permitió, por primera, vez el ingreso de la mujer como suboficial en algunos escalafones y, un año más tarde, la incorporación en los cuadros permanentes.

En 1981, en la Escuela Naval Militar, la mujer ingresó al cuerpo Profesional Ingeniería. Al año siguiente se agregó el escalafón Sanidad y, con los años, se incorporarían profesionales de las ramas de abogacía, psicología, arquitectura, comunicación social y medicina, entre otras.

Pero las mujeres que el 11 de febrero de 2002 bajaron de aquel ferry, fueron las primeras que ya no veían como un sueño imposible ser comandantes de una unidad, sino como algo realizable; eran quienes egresarían –al igual que sus compañeros de la Promoción 135º– como oficiales del cuerpo Comando.

Su incorporación se dio en el marco del proceso de integración de la mujer al ámbito de la Defensa, un camino que había comenzado a recorrerse como parte de un cambio cultural e institucional. Para ello, fue necesaria la adaptación del marco legal y de las instalaciones de las unidades de combate, la adecuación de los planes de estudio y la creación de organismos dentro del Ministerio de Defensa que entendieran las cuestiones de género.

Cuatro de ellas cursaron y aprobaron los cuatro años en la Escuela Naval, fueron las primeras mujeres que –en 2007– realizaron el viaje de instrucción como Guardiamarinas en Comisión a bordo de la fragata ARA “Libertad” y egresaron con el grado de Guardiamarinas. Otras de esas ingresantes buscaron nuevos horizontes en campos diversos. Todas hicieron historia y marcaron el rumbo de las nuevas generaciones.

El 11 de febrero de 2002 ingresaron por primera vez mujeres al cuerpo de Cadetes de la Escuela Naval Militar. Además fueron las primeras mujeres en realizar el Viaje de Instrucción a bordo de la Fragata ARA “Libertad“.

En primera persona

María de Lourdes Vitali, Romina Soledad Messina, Cintia Paola Maizares y Andrea Elizabeth Villagra tienen hoy la jerarquía de Capitanes de Corbeta. Atrás quedaron las chicas que llegaron el 11 de febrero de 2002 a la Escuela Naval.

Esas jóvenes se convirtieron en estas dos décadas en oficiales idóneas, que se integraron a la Institución trabajando codo a codo con sus superiores, compañeros y subordinados y crecieron personal y profesionalmente al ritmo de los cambios del siglo que recién comenzaba.

Actualmente ocupan cargos en diferentes destinos, pero todas, sin distinción, abrieron camino para las sucesivas generaciones de mujeres que eligieron ser oficiales del Cuerpo Comando de la Armada Argentina.

En estos años y tras su egreso, participaron en el mar de operativos internacionales, navegaciones en el continente antártico y en maniobras a bordo de las unidades de superficie. También ocuparon cargos en establecimientos educativos navales, fueron instructoras, y cumplieron, en algunos casos, comisiones de instrucción en el exterior o pasaron 45 días en los puestos de control de tránsito marítimo como Puerto Parry.

Un capítulo aparte fue su participación en la búsqueda del submarino ARA “San Juan”, donde cada una dejó todo con su gente, superiores y subalternos, para encontrarlo. En la unidad tenían amigos, conocidos y marinos con quienes habían compartido destino.

“Cuando ingresé a la Escuela Naval tenía tantas expectativas como incertidumbres, porque al ser la primera promoción mixta había muchos aspectos que se fueron aggiornando en el camino, que fueron cambiándose o adaptándose a medida que nosotras íbamos planteando algunas situaciones”, explicó la Capitán Vitali, jefe de CIC del Comando de la Flota de Mar.

“Fuimos adquiriendo las mismas experiencias que nuestros compañeros; cada una de nosotras tuvo distintos roles, hemos compartido destinos similares, pero creo que en este largo camino de 20 años lo que puedo rescatar es que las cosas que fuimos logrando, ayudaron a que no sufran una adaptación las mujeres que venían atrás nuestro, sino que vinieron con un camino recorrido, con reglamentación adecuada, con una vida a bordo que ya estaba adaptada a que estuviéramos nosotras y el personal nos trataba igual que a cualquier otro oficial”, agregó.

Todas ellas son esposas, madres, hijas, pero además en el ambiente naval tienen un rol de liderazgo y conducción. La Capitán Messina, por ejemplo, tiene la especialidad Maquinista Propulsión, y actualmente es Jefe de Máquinas del buque logístico ARA “Patagonia”. Muchas veces le preguntaron, siendo mujer, cómo la ven los hombres cuando ella les da directivas en las máquinas o solicita un trabajo nuevo, en un área donde nunca hubo muchas mujeres tomando decisiones. “Todos en cualquier carrera estamos aprendiendo cosas nuevas y adaptándonos. Siempre estuve abierta a eso y mi gente lo vio, me siguió, me acompañó en los caminos que marqué y decidimos encarar juntos”, afirmó.

Por su parte la Capitán Villagra tiene la especialidad Armas Submarinas, es hoy la Segundo Comandante a cargo del comando del destructor ARA “Heroína”. Asumió en diciembre y cuando estaba en la cubierta de la unidad ese día se dio vuelta, miró a su hija y pasaron muchos recuerdos que hoy rememora. “Una se tuvo que adaptar a un montón de cosas; entre eso al cambio de la conducción a medida que fueron pasando los años. Cómo nos condujeron y cómo queríamos nosotros conducir. Aprendimos de lo bueno y de lo malo, para tener hoy la satisfacción del reconocimiento del subordinado, de los pares y de los superiores”, expresó.

Además habló de lo que representa “sentarse en una mesa de trabajo y que a uno lo tengan en cuenta para operar mano a mano; estar a cargo de un equipo y sentirse con las herramientas necesarias. Yo creo que eso habla de las metas que una se planteó”.

Asimismo, las Capitanes de Corbeta destacaron la importancia del trabajo en equipo en la Armada Argentina y de la transmisión de experiencias y conocimientos. “La experiencia que uno va adquiriendo, más la que traen quienes nos han instruido, es muy importante. Además, yo tengo una concepción de la conducción y del trabajo: siempre se puede trabajar en equipo; creo que es la única forma del éxito y de cada uno de nosotros explote al máximo su potencial”, señaló la Capitán de Corbeta Vitali.

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