Se acaba el trabajo tal como lo conocemos

Los CEOs lo llaman revolución en eficiencia. Los trabajadores lo llaman “nueva era en el trabajo forzado”. Hablé con los que están en las líneas del frente del reemplazo por IA.

El trabajo nos ha definido durante siglos, dándonos identidad, propósito y una posición en la sociedad. Pero ¿qué pasa cuando nuestro trabajo, nuestra fuente de ingresos, empieza a desaparecer? No a causa de una guerra, la depresión o tercerización, sino debido a los algoritmos. ¿Qué significa trabajar en una economía impulsada por la IA? Este mes de julio entrevisté a varios expertos de distintos puntos del paisaje laboral. A partir de esas conversaciones surge un cuadro complejo y a veces contradictorio, lleno de promesa y peligro, eficiencia y explotación, desempleo y dignidad.

Visto desde arriba: eficiencia, experiencia
Desde arriba, la revolución de la IA se ve como mezcla de entusiasmo y urgencia. El Dr. Elijah Clark, consultor de compañías en la implementación de la IA, es rotundo: “Los CEOs están muy entusiasmados ante las oportunidades que trae la IA. Soy CEO y puedo decirte que me entusiasma muchísimo. He despedido empleados a causa de la IA. La IA no hace huelga y no pide aumento de salario. Son cosas de las que ya no tienes que ocuparte si eres CEO”, afirma.

Esta perspectiva cruda revela una verdad fundamental sobre la adopción de la IA en las corporaciones: en su centro mismo es la gesta que busca eficiencia y rentabilidad. En esa gesta el trabajo humano muchas veces se ve como una desventaja, un obstáculo a vencer. El Dr. Clark recuerda haber despedido a 27 de 30 estudiantes que trabajaban en el equipo de promoción de ventas que lideraba: “En menos de un día, en menos de una hora, podemos hacer lo que les llevaba a ellos una semana. En cuanto a la eficiencia, lo que tenía más sentido era despedir a las personas”, explica.

Peter Miscovich es Líder de Futuro Global en JLL y ve la IA como “acelerador de una tendencia que ya estaba aquí en los últimos 40 a 50 años”. Dice que en los sectores de ventas e inmobiliarias, la tendencia aumentó con la IA. “Hoy, 20% de lo que hay en Fortune 500 en 2025 tiene menos empleados que en 2015”, señala.

Peor Miscovich también presenta la imagen de un futuro en el que el puesto de trabajo no es obsoleto, sino diferente. Ve “lugares de trabajo de experiencia”, deseables, amenos, como un hotel boutique. Son oficinas tipo Lego con muros móviles y tecnología plug-and-play, que buscan crear un “imán” para el talento. “Eliges entre el látigo y las golosinas. La gente responde mejor a las golosinas que al látigo”, afirma.

Sin embargo, incluso en su visión del lugar de trabajo más agradable, se levanta el espectro de los despidos. Miscovich reconoce que las compañías planifican un futuro con “un 40% menos de empleados”. El Dr. Clark es más directo aún. “Muchos CEOs dicen que eso, sabiendo que en los próximos seis a doce meses empezarán a despedir gente. Buscan formas de ahorrar dinero en cada una de las empresas que existen”, comentó.

El costo humano oculto: “nueva era de trabajo forzado”
Mientras los ejecutivos y consultores hablan de eficiencia y experiencia, quienes están en las líneas del frente de la economía de la IA cuentan algo muy distinto. Adrienne Williams, ex conductora de entregas y almacenes de Amazon, tiene una perspectiva muy diferente. “Es una nueva era de algo así como el trabajo forzado. No es esclavitud, porque la esclavitud es diferente. Puedes moverte pero es trabajo forzado”.

Williams, que trabaja en investigación en el Instituto de Investigaciones de IA Distribuida (DAIR) que se centra en examinar el impacto social y ético de la IA, se refiere al trabajo invisible que todos hacemos para entrenar sistemas de IA cada vez qe usamos nuestros teléfonos, o las redes sociales, o cuando compramos en línea. “Estás entrenando a la IA”, explica. “Así, mientras despiden empleados, si tan solo pudiéramos entender quiénes toman nuestros datos, cómo los usan y cómo ganan dinero con eso, podríamos tener algo de soberanía sobre ello”.

Es “trabajo invisible” que se hace visible en la gente que trabaja de manera temporal o por proyectos, como Krystal Kauffman, que ha estado trabajando en la plataforma Mechanical Turk de Amazon desde 2015. De primera mano ha visto el cambio de diversas tareas a un enfoque casi exclusivo en “etiquetado de datos, anotación de datos, ese tipo de cosas”. Explica que ese trabajo humano es el que alimenta el crecimiento de la IA. “El trabajo humano es el que alimenta a la IA y su crecimiento. Creo que muchos dicen que enseñan a pensar a la IA pero no es pensar, sino reconocer patrones”.

Muchas veces las condiciones de quienes trabajan en eso son de explotación. Kauffman también participa como investigadora en DAIR y describe que los trabajadores están “ocultos”, que les pagan poco y les niegan beneficios básicos, además del costo psicológico de la moderación de contenido, que es una forma común del trabajo relacionado con la IA. “Hablamos con alguien que moderaba el contenido de video en una guerra en la que su familia tuvo que ver en el genocidio y vio a su primo en los datos. Pero le dijeron que lo sobrellevara y siguiera trabajando”, recuerda.

Williams, que ha trabajado en almacenes y también, en aulas, vio los efectos perjudiciales de la IA en diversos ámbitos. En las escuelas las herramientas educativas impulsada por IA crean un entorno “de cárcel” en que los niños sufren de “migrañas, dolor de espalda y de cuello”. Y en los almacenes los trabajadores “se arruinan las manos, con tendinitis que hace que no puedan moverlas, y a las embarazadas las despiden porque necesitan tareas modificadas. He hablado con mujeres que perdieron a sus bebés porque Amazon se negó a darles tareas modificadas”, indica.

La dignidad del trabajo humano: vocación ante la automatización
Ante este ataque tecnológico hay quienes luchan por preservar la dignidad del trabajo humano. Ai-jen Poo, presidente de la Alianza Nacional de Empleadas Domésticas, es una voz cantante en ese movimiento y defiende el “trabajo de cuidado”, de atender niños o personas con discapacidad, o adultos mayores, como ejemplo del tipo de trabajo “esencialmente humano” que la tecnología no puede reemplazar tan fácilmente.

“Es trabajo que da lugar al potencial y la dignidad de otros seres humanos. Es en eso que se centra esa tarea. Pienso que lo que tiene que suceder es que se aproveche la tecnología para apoyar la calidad del trabajo y la calidad de vida como objetivos fundamentales en oposición a los despidos».

Poo argumenta que hay que repensar nuestras prioridades económicas. “Yo crearía una nueva red de seguridad , para que los trabajadores sepan que pueden tener acceso a servicios básicos de necesidades humanas como servicios de salud, vacaciones pagas, licencias pagas, cuidado de niños accesible de pagar, cuidados de tiempo prolongado que la gente pueda pagar. Aumentaría el salario mínimo de modo que quienes trabajan puedan pagar sus servicios, como la luz, etc.”.

Para quienes están representados por Poo, su trabajo es más que trabajo. Es una Vocación. “El ingreso promedio de alguien que cuida niños o ancianos es de U$22.000 al año. La gente que pertenece a nuestra asociación ha estado trabajando en esto durante tres décadas y lo ven como vocación, pero les gustaría que su trabajo les brindara seguridad económica, la dignidad que merecen”.

Dos caminos posibles: la inequidad o la democratización
Al conversar con estos especialistas se observa que hay dos caminos posibles para el futuro del trabajo: el camino del determinismo tecnológico descontrolado donde la IA maximiza ganancias, despide gente y profundiza la inequidad. Adrienne Williams advierte que la IA puede “exacerbar todos los problemas que ya tenemos, en particular para la gente más pobre”.

Por otra parte, está la posibilidad de un futuro más democrático y humanizado donde la tecnología se aproveche en favor de las necesidades y valores humanos. Ai-jen Poo cree que se puede democratizar la IA al darles a “los de la clase trabajadora la capacidad de dar forma a estas herramientas, capacidad de hacerse oír”. Señala el trabajo de la Alianza Nacional de Trabajadores Domésticos como “construir nuestras propias herramientas” para empoderar a los trabajadores que cuidan a otros.

Krystal Kauffman también ve esperanza en el creciente movimiento de organizaciones de trabajadores. “La compañía quiere mantenerlos allí abajo”, dice sobre los contratados, “pero creo que el grupo dice que ya no será así, y empieza a resistir”.

Buscar sentido en el mundo post-laboral
En última instancia, se trata de una cuestión de valores. ¿La economía tiene que generar riqueza para unos pocos? ¿O tiene que crear una sociedad donde todos tengan la oportunidad de vivir dignamente y con sentido?

El Dr. Clarke ha sido claro desde la perspectiva de los CEOs: “esa humanización no está sucediendo”. El foco está en el crecimiento, y para eso hay que mantener el negocio, la eficiencia y las ganancias”. Pero Ai-jen Poo dice que el significado del trabajo es mucho más profundo. “El trabajo tiene que ser algo que haga sentir orgullosa a la persona por su aporte a su familia, a su comunidad, a la sociedad. Sentido de pertenencia, sentir que valoran tu aporte, sentir que pueden influir en lo que será su futuro”.

Lo que pensamos
No es solo cuestión de si las máquinas harán lo que nosotros hacemos, sino de si van a deshacer lo que somos.

Hay señales de advertencia en todas partes: las compañías construyen sistemas que borran a los trabajadores, los trabajadores internalizan el mensaje de que su capacidad, su labor y hasta su humanidad son reemplazables, y la economía avanza sin planes de cómo absorber el impacto cuando el trabajo deje de ser lo que nos vincula.

No es inevitable el mal final. Hay que tomar decisiones: leyes que puedan regular, crear redes de contención que puedan gestionar los cambios masivos, tratar el trabajo de datos como trabajo, y valorar el trabajo que no se puede automatizar, el trabajo de cuidar a otros y a nuestras comunidades.

No tenemos mucho tiempo. El Dr. Clark fue rotundo: “Me contratan los CEOs para ver cómo pueden usar la IA para reducir la fuerza laboral, no dentro de diez años sino ahora mismo”.

Ya no es cuestión de ver si la IA cambiará la forma de trabajar. Ahora es cuestión de ver si le permitimos cambiar lo que significa ser humano.

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