Es apenas 1 kilómetro de caminata. Sin embargo, debido a la falta de veredas, y la alta velocidad a la que transitan los vehículos, salir caminando desde la Margen Sur, se transforma casi en un deporte de alto riesgo.
RIO GRANDE.- Promesas de veredas y los maltratados reductores de velocidad no son suficientes a la hora de salir caminando desde la Margen Sur hacia el centro de la ciudad.
Las principales dificultades: el barro, muy espeso, después de cada lluvia o nevada; y la imposibilidad de cruzar la calle con tranquilidad, debido a la alta velocidad a la que transitan los automóviles sobre la Avenida El Alambrador.
El tramo que va desde el Centro de Salud, hasta el Puente Mosconi, no cuenta con veredas, salvo en la cuadra de los nuevos locales comerciales ubicados frente a un supermercado; al llegar a la curva que hace la cinta asfáltica, sin embargo, el caminante se encuentra un verdadero lodazal, o a veces un charco imposible de sortear.
La opción, es cruzar la calle, pero a tal fin, el peatón de esperar largos minutos hasta que algún conductor, en cada sentido de circulación, se apiade y lo deje pasar.
Llegando al puente, uno puede por fin sacudirse el barro acumulado en las zuelas de las zapatillas; pero el trekking no terminó.
Llegando al final del puente, y el mismo solamente cuenta con vereda en el sentido que circula desde el centro hacia la Margen, por lo que, si el peatón venía circulando por la vereda de enfrente antes de llegar al mismo (la cuadra de la farmacia, y otros locales, generalmente está más embarrada y con autos estacionados); al bajar se encuentra otra vez con barro. En este caso además, aún hay huellas inmensas, de las máquinas viales que trabajaron en la zona; mientras se intenta dar uno y otro paso para salir de un barro pegajoso, pesado y denso, uno mira la vereda de enfrente pero es imposible cruzar.
La recomendación que dan los vecinos en los barrios es: «Yo salgo con otro par de zapatillas, sino, cuando llego se piensan que vivo en el medio del barro».
