”¿Dónde está tu hermano?” Esa es la pregunta que regula a lo largo de toda la historia la relación entre los hombres. Según el mito bíblico del primer fratricidio, Dios, después del crimen que termina con la vida de Abel, a pesar de su omnisciencia, se dirige a Caín con esta pregunta: “¿Dónde está tu hermano?“.
Por Fabio Seleme (*)
”¿Dónde está tu hermano?” Esa es la pregunta que regula a lo largo de toda la historia la relación entre los hombres. Según el mito bíblico del primer fratricidio, Dios, después del crimen que termina con la vida de Abel, a pesar de su omnisciencia, se dirige a Caín con esta pregunta: “¿Dónde está tu hermano?“. A la pregunta de Dios, Caín responde con otra pregunta que tergiversa la cuestión y, como si cupiera el engaño y la evasiva ante Dios, dice “No sé ¿Soy acaso yo el guardián de mi hermano?”. El diálogo se resuelve finalmente con una tercera pregunta lapidaria de Dios: “¿Qué has hecho?”
No se trata de saber, ya se sabe todo. Por eso, mientras la pregunta divina “¿Dónde está tu hermano?” expresa en el fondo la ley de la comunidad humana “eres responsable por todos”, la devolución tergiversada de la pregunta que hace el fratricida busca desentenderse del asunto y en un segundo acto distinto del crimen muestra la indiferencia antisocial ante la muerte del otro.
Esta escena primitiva puede verse por estos días recreada en las redes sociales y las calles de nuestro país. Una voz colectiva pregunta “¿Dónde está Santiago?” y otras miles de voces devuelven la pregunta deformada, poniendo en lugar del nombre del desaparecido una grosería, algo gracioso o el nombre de otros miles de muertos, con lo que ellos creen, ayudan a diluir el reclamo, menospreciar la cuestión y mostrar la indiferencia ante la concreta desaparición forzada de ese otro.
Resulta difícil de entender qué lleva a esas personas a hacerse cargo, de modo voluntario, de un crimen ajeno, sumándose vocacionalmente y con cinismo innecesario al discurso del canalla. Por su parte, unirse a la pregunta “¿Dónde está Santiago?” es simplemente un acto básico y natural que trae al presente y recuerda que la responsabilidad por todos los integrantes de una sociedad descansa en cada uno ellos.
“¿Dónde está?” no es una pregunta por un lugar ni por un cuerpo, ni en el mito bíblico ni en la historia política de Argentina. En ambas casos es una petición de justicia. Por eso “¿Qué has hecho?” es la pregunta final con la que Dios conmina a Caín cuando éste niega saber la suerte de su hermano. Porque “no saber” o pretender “no saber” no disculpa la responsabilidad o borra las consecuencias del hecho. Más bien el “no saber” y, más aún, la producción de ese “no saber” con rumores, distracciones y operaciones informativas evidencia la suerte del ausente y hace que su ausencia, que no cesa, clame por justicia.
(*) Secretario de Cultura y Extensión de la UTN-FRRG