Emiliano y Juana. Lorena y sus sobrinos. Dos historias para homenajear a las mujeres que cada día eligen ser madres, aún sin el privilegio de haber gestado y dado a luz a los pequeños por los que, cada día, ofrecen todo el amor que una mamá puede dar.
RÍO GRANDE.- En el diccionario de la Real Academia Española, la definición de ‘madre’ consta como la hembra que concibe o da a luz seres de su misma especie. Enseguida se incluye en una segunda opción, a la que cumple el rol de criar.
El Sureño encontró dos mamás que, sin haber concebido y dado a luz, se encontraron de repente, y de un día para el otro ‘haciendo de mamá’. En este día, además de homenajear las mujeres que conciben y gestan, rescatamos las historias de estas mujeres que, sin poder hasta hoy ser madres biológicamente, adoptaron la maternidad. Porque son cada día capaces también, de dar vida.
Emiliano
(Los nombres de las personas están cambiados debido a que persiste una situación legal, que aún espera resolución.)
Con apenas tres de meses de edad, la vida de Emiliano dio un giro dramático. Luego de un mes y medio de internación, un juez decidió que lo mejor para su bienestar era no vivir más con su madre biológica. Llegó así a la vida de Juana y su marido.
Ellos en La Plata, y yo vivía en Córdoba. Estuvieron dos años en una relación a distancia. Una vez recibidos de sus estudios, se llegaron a Río Grande, por cinco meses, pero se quedaron. “Nos fuimos a vivir juntos enseguida, y al año empezamos a buscar un bebé. No tuvimos suerte, y esperamos hasta un año más o menos, que es lo que demora, para que puedas entrar en infertilidad. Pasamos por mil médicos acá y nadie me sabía decir cuál era la causa, hasta que dimos con una doctora que me descubrió que yo tenía tiroides, ahí empezó todo. Después de varios intentos de varios tratamientos de baja complejidad decidí que quería adoptar. Pero tenía que convencerlo a él”, recuerda Juana.
Fue una guarda y nada más
Dentro del grupo familiar del marido de Juana, hay una pariente que tiene cinco hijos, Emiliano es el menor, y la historia de su familia era complicada. Debido a las irregularidades y situaciones de riesgo, el caso llegó a Desarrollo Social. Cuando Emiliano quedó internado, la trabajadora social del Hospital vuelve a pedir la intervención al Juzgado, y aunque no se supo nunca cómo había llegado Emiliano a esa situación, el juzgado determina que la mujer no podía seguir a cargo de los hijos. Como Juana y su marido eran los padrinos de Emiliano el juez decidió otorgarles la guarda. Los hermanos mayores fueron a vivir con diferentes parientes.
“Supuestamente fue una guarda, y nada más. Como estamos hasta el día de hoy, no es una guarda con fines adoptivos. Lo dejan vivir con nosotros, nosotros legalmente podemos ponerlo en nuestra obra social, podemos cobrar el salario familiar. Lo que no tenemos es la total autoridad sobre él. En el caso que, por ejemplo, queremos salir de la isla no podemos, dependemos del juzgado. Podemos salir por avión, porque la guarda nos da ese poder, pero si queremos salir por tierra tenemos que pedir permiso; que es un tema porque uno viviendo acá, a veces, en un fin de semana largo querés irte por ejemplo a Punta Arenas, pero no puedo, porque él necesita un permiso para pasar la frontera. Entonces es medio complejo. Gracias a Dios las veces que hemos pedido los permisos para las vacaciones nos han dado. Tal vez no el tiempo que uno quiera, pero a veces no puedo salir con él porque no me autorizaron el permiso”, explica Juana.
Para las primeras vacaciones familiares Juana recuerda: “Fue horrible, porque me acuerdo que me dijeron ‘mirá, no te voy a dar el mes y medio que me pedís, te voy a dar solamente 30 días’ y yo ya tenía pasajes y todo, y me dicen ‘no importa, vos te vas, lo dejás acá, y cuando volvés, lo buscás…’ y el chico no es un paquete, es una persona. En ese momento le dije a la jueza si ella haría eso con un hijo; y me contestó, ‘pero… no es tu hijo’. Me tuve que callar y agradecer que me dieran un mes”.
Los derechos del niño
A pesar de los años que Emiliano pasó con Juana, para el sistema ellos aún parecen no ser una familia. “También otra de las realidades de él es que violaron sus derechos un montón de tiempo, porque siempre se revalorizó ante todo el derecho de la madre, y se violaron los derechos del niño, que son los primordiales, por más que la mamá sea la biológica. El mismo día que Emiliano cumplió el añito, empezó una revinculación con la mamá… Pasaron casi siete meses que ella no lo veía al nene, y llegó una orden judicial que tenía que empezar una revinculación. En ningún momento nos preguntaron si nos quedaba cómodo el horario, si podíamos, si teníamos quien lo lleve, si nos parecía bien, nada. Era todos los días, llevárselo dos horas, a su casa, dejárselo e irme. No sabés lo que era dejar un bebé de un año en ese momento, golpear la puerta, y que se te prenda tipo garrapata, que no se quería quedar. El dolor y los llantos. Y lo tenía que dejar igual. De lunes a lunes. No teníamos vida”.
Estos encuentros se dieron por sólo veinte días. La madre biológica de Emiliano presentó antes del mes un certificado médico justificándose para no verlo. Por el resto del año otra vez, la madre biológica de Emiliano no lo buscó. A fin de no dilatar indefinidamente las medidas que eran provisorias, la familia, insistió: “A principios del año pasado, viendo que Emiliano ya crecía y necesitaba de a poco ir conociendo su verdad, yo empecé a ir al Ministerio de Desarrollo e insistí en que empiecen las revinculaciones de vuelta. Porque esto que tenía que durar en principio seis meses y definirse, ya llevaba un año y medio y seguía en nada. Hasta que, en junio, empezó una revinculación de vuelta con la mamá. Esta vez sí, pensaron un poco más en él y en nosotros. Era un día, una hora a la semana, en el Ministerio de Desarrollo, con visitas supervisadas. Era otra cosa, pero igual las visitas fueron intermitentes hasta que, cuando volvimos de las vacaciones en febrero, ya no fue más. Gracias a todo ésto el juzgado tomó acción, y determinó que para él salía la adopción”, recuerda Juana.
Aun esperan por una decisión judicial
La situación familiar de Emiliano todavía está a la espera de una decisión judicial definitiva: “Nosotros, al estar dentro del grupo familiar, pero sin ser familiares directos, podemos llegar a una adopción y nos salió todo bien. Pero entonces la madre apeló, y al apelar ella, hoy pasa a una cámara de apelaciones, y estamos desde mayo de este año esperando que se resuelva”.
Juana nació en una familia en la que sus padres pasaron diez años buscando un embarazo. Luego de varios tratamientos, no tuvieron suerte. Su mamá sufrió graves consecuencias de esos tratamientos y decidieron no intentar más. Seis meses luego, su madre quedó embarazada. Nació un bebé, hubo un embarazo que no prosperó, un año y medio después, nació Juana. Ella reconoce que en su gran deseo de ser madre, hay una influencia directa de su mamá: “Mi mamá siempre tuvo la idea de adoptar, inclusive ella siempre nos decía, y que le hubiera gustado darnos un hermanito adoptivo. Después por otro lado está que desde chiquita yo amé los chicos. Elegí una profesión que es estar todo el día con los chicos. Siempre quise tener una familia numerosa. Cuando era chica decía que cuando me case iba a tener cinco hijos… los iba a tener cada 5 años, para disfrutarlos al máximo a cada uno. Bueno, no se dio así, pero en mi corazón, quería tener una familia, aunque no fuera biológica, sea como sea”.
El hecho de ser madre
“Creo que el concepto de madre no es quien tuvo la posibilidad de parirlo. Creo que madre es la que es capaz de amor. No hace falta que sea la madre biológica. Madre es aquella que es capaz de dar amor, de educarlo. Capaz de darle una vida mejor, un futuro. Ese es mi concepto de madre. No creo que es necesario llevarlo 9 meses en la panza para poder considerarte mamá”, recalca otra vez Juana.
Y agrega que, a partir de su experiencia con Emiliano, cambiaron varias cosas en su modo de ver: “Creo que puede ser que haya dejado de lado mi idea de ser madre biológica. Por mas que es un sueño, y lo sigo teniendo y creo que en algún momento, Dios quiera que se dé, pero hoy no es el centro de mi universo eso. Hoy es esta realidad que nos tocó, esta realidad que tengo. Soy muy creyente, creo que Dios no hace las cosas ni un momento antes ni un momento después, de lo que él tiene planeado para cada uno de nosotros. Inclusive cuando Emiliano llegó a nuestra vida, llegó en un momento muy doloroso, porque el mismo día que nos dieron la guarda de Emiliano mi suegro falleció, entonces como que llegó, no para suplantar un espacio, porque nadie lo va a suplantar a él pero llegó para dar vida en un momento de mucho dolor. Siempre dije, creo que Dios lo puso en el momento justo…”.
“Cuando uno decide adoptar, siempre elige un bebé -admite la joven- . Y creo que yo siempre tuve el sueño, aunque parezca una pavada, pero es tan real que cuando vos lo criás de chiquitito es diferente, que el amor es diferente, pero después vi realidades de nenes grandes que han sido adoptados, y la capacidad de dar amor que tienen esas criaturas es increíble. Y vos decís, no hace falta que sea un bebé. Hay nenes de nueve, de doce años, que han sido adoptados, y es un amor el que tienen por sus padres… creo que eso cambió un poco. Por otro lado, me duele muchísimo pensar que quien tuvo la posibilidad de llevar un hijo en la panza no le interese y lo abandone al azar. No hay forma que me entre en la cabeza el pensar que alguien que llevó en la panza un bebé por nueve meses, lo abandone”, repite con emoción.
Al final, reflexionando en lo vivido, la conclusión de esta madre es, que lo haría de nuevo, si pudiera elegir: “Vale la pena luchar -recalca con lágrimas en los ojos- porque vos cuando lo mirás a los ojo, te das cuenta que cada paso que das, vale la pena. Muchas veces por estas situaciones que hemos vivido legalmente hemos sufrido mucho. Hemos llorado mucho, pero creo que tener un abrazo de él, tener un beso de él, y que se despierte a tu lado, vale la pena todos los días levantarse y seguir luchando. Siempre hay muchos miedos en cuanto a la adopción. Porque uno tiene el miedo de qué pasará. Podré, no podré… Pero no hay que tener miedo, porque cuando uno está dispuesto a dar amor no importa lo que venga. Con el amor, todo se puede solucionar, todo se puede curar y se puede seguir adelante”.
Lorena, Morena y Jazmín
Lorena no es madre biológica de Morena y Jazmín. Pero hoy las tres viven en familia junto con seis perros, a los que cuidan. Morena es tímida, tiene 13 años y quiere ser veterinaria. Su hermana Jazmín es alta y un poco más extrovertida, no parece para nada tener sólo 11 años. Tienen una hermana mayor y un hermanito más chico. Por algo más de un año, los cuatro estuvieron viviendo con Lorena, su tía. Aparte de lo que las circunstancias les enseñaron, entre todos hoy aprendieron sobre el amor de fraternal y el rol de madre.
En las vacaciones del año 2014 Lorena fue a Bahía Blanca a hacer un tratamiento de fertilidad, pero debido a lo excesivo del costo, desistió. En el año 2015 su hermana sufrió una profunda depresión y no estaba en condiciones de seguir cuidando a sus cuatro hijos. El juez le otorgó a la tía Lorena la guarda provisoria de ellos por seis meses, luego, la autorización de su hermana.
A fines del 2015 fueron de vacaciones a ver a su familia: “Bauti, que es el más chiquito se quedó con su papá -cuenta Lorena- Xime, la mayor, decidió quedarse con su mamá. En realidad, entre las dos decidimos que lo mejor era que ella se quede con su mamá. Y estuve todo el año pasado con los cuatro, todo este año estuve con ellas dos”, comenta la tía mirando a Morena y a Jazmín.
El deseo de las chicas es seguir estando con la tía
El deseo de las chicas es seguir estando con la tía: “Mi hermana todavía está recuperándose de su depresión, y acá ellas tienen sus afectos, su escuela. Están contenidas emocionalmente, tienen una estructura de vida como cualquier criatura. Y se supone que, si se tiene en cuenta el deseo de ellas, seguirían viviendo conmigo”, explica Lorena.
Aunque da la impresión de ser una mujer resuelta y tener todo bajo control. Para Lorena el tener de la noche a la mañana a sus cuatro sobrinos, fue una experiencia inesperada. Hoy, la tía Lorena es, además, para estas dos jovencitas la que ‘hace de mamá’: “No pensaba que terminaría ayudando a criar a mis sobrinas… Cuando eran chiquitas yo compartía la crianza de ellas con mi hermana. Pero los chicos vivían con ella. Pero nunca me imaginé esta situación, porque no es lo mismo ir de vacaciones y estar en el verano, que es todo diversión, que vamos a la pileta, que vamos al centro, a que estén 365 días con vos y vos tengas que hacerte cargo de la escuela, de las tareas… de todo lo que necesita una criatura”, comenta Lorena.
Hoy además, esta tía-mamá reconoce que la labor maternal es más de lo que esperaba en un montón de sentidos: “Yo soy maestra, y generalmente, los hijos suele ser un tema constante en la escuela. Yo escuchaba de las otras pero no tenía nada para aportar, porque no tenía la experiencia de tener hijos ni de ser mamá. Y la verdad que en ese momento no me daba cuenta de todas las cosas, del alcance, de todo lo que una mamá hace. No era consciente, por ahí lo veía, pero no en su globalidad. Todo, absolutamente todo lo que una mamá hace. Y bueno, y a partir de esta situación pude verlo. Si no, imposible. Por más que te cuenten y te digan, no alcanzás a dimensionar. Tenés que estar en ese lugar” explica Lorena.
Hacer de mamá
Y agrega: “Ahora cuando converso con mis amigas, con las mismas con las cuales hablaba antes que no tenía esta posibilidad. De hacer de mamá. La verdad me saco el sombrero, porque entre los horarios, las tareas, el baño, la ropa, la salida, los límites… Está bien que una mamá normal va creciendo con ese hijo, va armándolo y va marcando pautas. Yo me encontré con cuatro criaturas que no tenían la misma estructura con la que yo hubiera criado a mis hijos, entonces como que fue un balde de agua fría, y arrancar de cero con niños grandes. Uno va formando desde el día cero, que no fue mi caso. Está bien que ellas tenían una impronta mía porque siempre estuve cerca de ellas. Pero en realidad la formadora era mi hermana”.
Hoy, aunque la situación no es la ideal y las cosas no ocurrieron según lo imaginado en su juventud, Lorena reconoce que cumplir el rol de madre es una oportunidad y un privilegio, además de una responsabilidad: “Te cambia la vida totalmente, te da vuelta la vida. Hay un montón de cosas que es ‘ya no’ y hay un montón de otras que desconocías, que son fascinantes, y que empiezan a partir de un hijo al lado. La vida pasa por otro carril”.
En cuanto a si vale la pena participar y ayudar a su hermana en la crianza de sus hijos, también hay una opinión: “Absolutamente, sí. Hay muchas personas que cuando no hay posibilidad de tener hijos, se hace muy difícil por medios naturales, o por tratamientos, le arisquean a la posibilidad de adopción. Y un hijo no te lo da la sangre. Está bien, ellas tienen mi sangre en este caso porque son mis sobrinas, pero si no la hubieran tenido hubiera sido exactamente lo mismo. Así que bueno, sí vale la pena. Absolutamente sí”, enfatiza.
“Uno por ahí, sobre todo yo que tengo 42 años -destaca la tía- en la crianza de uno, el estándar es la familia tipo: la mamá y el papá, hijos y perrito, con el auto en el jardín. Pero hoy el abanico se ha ampliado muchísimo. Una familia puede ser feliz adoptando un hijo y puede ser feliz haciéndose una inseminación artificial, y yo puedo sentirme feliz y plena ayudando a mis sobrinas. De cualquier manera que uno logre la maternidad. Aunque no digo sólo la maternidad, porque en mi caso yo no soy la mamá, soy la tía, hago las veces de… pero siento como mamá y hago lo que hace una mamá. De cualquier manera que vos puedas cumplir ese rol de mamá, de cualquier manera te cambia la vida, y te produce felicidad absoluta. Entonces, no hay que perdérselo, porque es fantástico”.
Jazmín reconoce que al principio, vivir con la tía, le costó: “Los primeros días sí, tenía vergüenza, pero después ya nos acostumbramos. Y nos portamos bien, sí. Me daba vergüenza al principio porque no conocía nada. Aparte me quiero quedar acá porque conocí un montón de gente, y tengo a la tía, a mi hermana. Allá me reaburría y estaba todo el tiempo sola, y acá estoy mejor. La tía es como una mamá. Porque estoy todo el tiempo con ella. Me aconseja, me ayuda en todo. No hacemos la tarea, no salimos al centro. Ni nada”, comenta la joven entre sonrisas.
“La tía da, pero también pide mucho -aclara Lorena-. Las tres tenemos pegado en la heladera un cuadro de doble entrada con todas las tareas del hogar, todos los días de la semana qué le toca a cada una. Y al final del día hay que hacer un recuento de qué se hizo y qué no. Funcionamos igual que una familia”, explica. Y la verdad, es que lo son.