Evgueni, desde Rusia a Río Grande

Llegó a Argentina con su familia apenas dos meses antes del caos del 2001. Hoy, Evgueni es ‘El Ruso’ y cuenta su historia, entre recuerdos, y risas.
RIO GRANDE.- A sus 44 años, Eugenio, ‘El Ruso’ recuerda cómo fue llegar a Argentina desde Kazajistán. Su nombre de nacimiento es Drivienski Evgueni Victrevih. En Rusia, el nombre se compone de un apellido, un nombre, y como segundo nombre, el del padre. Él entonces sería: Eugenio Dirivienski, hijo de Víctor.

Entre las cosas más preciadas, El Ruso trae un álbum de fotos, de su época de recluta, hecho por él, decorado con balas de Kalashnikov, y letras de aluminio, también hechas a mano. Por aquellas épocas, el joven Eugenio, solo anhelaba volver a casa y sacar buenas calificaciones en su desempeño de artillero, para obtener el permiso de salir.

“Todo era Unión Soviética -explica Evgueni- me mandan primero a Rusia -a Gorki-, a una escuela de cabos, medio año estando ahí te dan un oficio, salís con rango de cabo, y volvés al ejército. Después me mandaron a Lituania a dónde continué con un año y medio más. Terminando el servicio militar, me volví a Kazajistán”.

Evgueni, volvió, se casó, y casi enseguida a sus 22 años, estaba manejando un camión por las rutas de su país. En 1993, Kazajstán se había independizado de la antigua Unión Soviética, y esto generó un enorme movimiento demográfico: “En realidad viven muchísimas naciones allá. Como los kurdos, turcos, uigures de China, rusos, ucranianos, alemanes… a base de eso empezaron a migrar, los rusos volviendo para Rusia, alemanes para Alemania, y nosotros estábamos pensándolo para ir a Rusia a vivir. Aunque no estábamos mal en Kazajistán, yo era camionero, tenía trabajo, teníamos vivienda digna, recuerda El Ruso, pero querían más.

Deseaban probar suerte en un lugar lejano. Y eligieron Argentina: “Acá llegamos en el año 2001, el 8 de octubre, estaba lloviendo -cuenta- en aquellas épocas todavía no había tanto acceso internet. Entonces nosotros prácticamente de Argentina lo más que sabíamos era Maradona, y que es el país más desarrollado culturalmente e industrialmente de toda América Latina, en aquella época”.

En Buenos Aires a finales de 2001, se instalaron en una pensión que ya había alojado a otros compatriotas. Pero la situación política y económica, se agravó y en menos de 60 días, Evgueni y su familia fueron testigos de la escena en que el presidente De La Rúa huía en helicóptero.

Había que encontrar trabajo. El Ruso recorría Buenos Aires en bicicleta con la ayuda de un mapa, y ofrecía sus servicios de mecánico en talleres que ofrecían garantía para autos Aleko y Lada: “El encargado del hotel me hizo un papel, escrito que decía cómo tenía que ir yo a pedir un trabajo. Y con ese papel, me iba, preguntaba por el encargado, y le daba el papel… Y no había trabajo en ningún lado, ellos tampoco tenían. Pero surgió algo con la bicicleta y necesitaba una llave, después de unos días y pasé por ahí de vuelta para pedir una llave que necesitaba, para arreglar la bicicleta, y me prestaron, y además me quisieron probar, para ver si sé algo o no. Tenían un auto ruso, un Aleko. El distribuidor estaba afuera, entonces me hicieron la prueba para armar todo eso y ponerlo en su lugar, y lo hice. Me dieron creo que 20 pesos, pero qué alegría que tenía, ¡los primeros 20 pesos, en Argentina!”, recuerda risueño Eugenio.

Después de ese día comenzó a trabajar en el taller a comisión. Hacía contactos, y aprendía el idioma. Cerca de enero del 2002, uno de los clientes que iba a abrir su fábrica, le ofreció trabajar con él por una semana, pero se quedó por seis años.

En 2006, las cosas se habían estabilizado un poco. Pero los números, no cerraban. Tenían suficiente trabajo, para el ‘día a día’, pero no había un panorama de progreso.

“Entonces, vino un camión a buscar una máquina de las que hacíamos en el taller, y empecé a hablar con el camionero. Me interesaba el sueldo, cuánto ganaban los camioneros en Argentina, y me dijo que era el doble de lo que yo ganaba entonces. Hacía el service de las máquinas que vendíamos, y eso me generaba un extra pero aún así, no me alcanzaba la plata”, relata.

Lo primero que hizo El Ruso fue renovar la visa con una residencia permanente, y sacar el registro de conducir con la categoría que lo habilitara a manejar profesionalmente: “Hice registro, y la licencia de ART, comencé a mandar currículums y me llamaron de una empresa, Cruz del Sur transportes, que la verdad que lo llevo en mi corazón. Y de ahí me llamaron, y les dije que fui camionero en Rusia, pero no podía comprobar referencias. Me preguntaron si conocía las rutas en Argentina y no conocía, pero me manejaba con mapa. Así que me dijeron que primero, me iban a mandar de acompañante en el camión para conocer las rutas. Hice tres viajes de acompañante.

En sus años sobre el camión, el ruso recorrió prácticamente todo el país. Y en 2008, conoció Tierra del Fuego: “Y me emocionó tanto la primera vez que vine a Tierra del Fuego, vine a Ushuaia, y era invierno, y en Ushuaia nos agarró una nevada terrible, pero más que eso, Tolhuin me encantó, todos esos árboles, lomadas, como que me recordó de los montes Urales”, comenta emocionado.

Cansado de viajar al norte, a las zonas mineras, y con los primeros síntomas de hipertensión, Eugenio ya no se sentía bien. Un lunes, a finales del 2009 renunció a su puesto y emprendió el viaje a Tierra del Fuego. Otra vez, el objetivo era claro, El Ruso quería entrar a una empresa petrolera, en el área de transporte y con turnos rotativos. Pero, no todo se dio en el primer intento: “Yo estaba alquilando en Fagnano y Mosconi, y cerca de un taller. Y nos hicimos amigos, entonces él me presentó en Finnes, que necesitaban un chapista. Con eso entro en Finnes, como chapista y pintor. Pero no era la idea. Solo para ingresar. Después de un tiempo empecé a crecer en la empresa, y un día supieron que yo era chofer profesional, y que estaba habilitado, así que empezaron a mandarme a hacer los viajes para transportar personas. Después, ya no podía cumplir dos funciones, como chapista y como chofer; lo planteé en la empresa y quedé así hasta ahora como chofer”.

Si bien Evgueni tuvo momentos en los que quiso volver a Rusia, hoy ya no piensa en irse de Tierra del Fuego: “Hasta el año 2006, yo estaba decidido para irme. Qué es lo que pasó, hubo una separación, con mi mujer y mi hijo era chiquitito, y esa es mi ancla”, reconoce. Y agrega: “Por eso no me he ido. Mi exmujer, es muy inteligente es muy dada con la gente, y entonces yo sabía que, si se quedaba acá, ella iba a estar bien, pero la idea de dejar mi hijo, no pude nunca conformarla”, resalta con emoción.

Hoy, Eugenio, El Ruso, dice que vivir como inmigrante en Argentina es fácil: “La verdad que es fácil vivir en Argentina, teniendo un trabajo. Y para tener un trabajo, tenés que cumplir con lo que te implica tu trabajo, no faltar, y ser dedicado. Yo estoy conforme con la gente. En su principio, había un problema que es que nosotros en Rusia somos o blanco o negro, las promesas se cumplen al pie de la letra, eso es hasta el día de hoy. Yo al principio no entendía cómo puede ser que iba a buscar un trabajo y me decían ‘hoy no, vení mañana’, y yo al otro día iba con la expectativa de tener trabajo, pero a veces no había. Eso fue difícil, adaptarse a eso. Y ahora estoy acostumbrado a todo: me gusta el asado, me gusta la caña, me encanta el vino, y tomo mate”, concluye sonriente.

Evgueni, hoy, con varias de sus fotos, mientra cuenta su historia.
Evgueni, hoy, con varias de sus fotos, mientra cuenta su historia.