Una expedición científica a Península Mitre

Se trata de una expedición argentina conformada por investigadores y buzos argentinos. El objetivo es descubrir la última península salvaje antes de que sea tarde.

RIO GRANDE.- “Viajar a la Península Mitre es como entrar en una cápsula del tiempo”, decía Cristian Lagger desde un velero en las aguas del canal Beagle.

“Un verdadero gran hermano”, contaba Cristian Lagger. (Foto: Joel Reggero).

“La Delgada Línea Azul” es la primera embarcación que realiza una expedición científica a lo largo de las principales bahías de Península Mitre, en el extremo final de Tierra del Fuego.

Cristian es biólogo marino, buzo profesional científico y explorador de National Geographic. Pero esta no es la primera expedición a Mitre. Charles Darwin se fascinó con la exuberancia de los bosques sumergidos de algas gigantes durante su célebre viaje por el Beagle.

Cien años después, científicos chilenos y norteamericanos llegaron a las costas de la Península para estudiar sus macroalgas por primera vez. En 2020, una expedición del equipo de Pristine Seas estudió las mismas zonas e hizo un descubrimiento esperanzador: la Península Mitre era uno de los últimos lugares del planeta libres del impacto del hombre.

El pronóstico satelital mostraba una ventana de buen tiempo que iba a durar al menos una semana. Llegar a la Península Mitre no iba a ser fácil, sus incansables vientos la mantienen como uno de los lugares más inhóspitos del planeta.

La Delgada Línea Azul, embarcación que realizó la expedición a Península Mitre. (Foto: Joel Reggero).

La historia relata numerosos naufragios en esas costas pobladas de misterio, decenas de embarcaciones perdieron el rumbo en sus aguas. Cuentan algunas historias perdidas que hubo náufragos sobrevivientes que interactuaron con los haush, la última comunidad aborigen que habitó la región, cazadores recolectores de las costas, bosques y turbales de Mitre.

La expedición

Eran las once de la mañana, Cristian preparaba el tanque de aire y estudiaba especies de estrellas de mar en una planilla con fotos plastificadas. Faltaba una semana para la expedición y el equipo de biólogos buceadores ensayaba cómo serían los muestreos subacuáticos en los bosques de Península Mitre.

Trabajo en equipo

Contar macroalgas no es una tarea sencilla: hay que hacer una transecta abajo del agua. Una transecta es un método que sigue el recorrido de una línea en el terreno, se cuenta todo lo que se observa a su alrededor. Una transecta subacuática requiere un concertado trabajo en equipo.

A diferencia de la selva amazónica, el tiempo prima: hay tanques de aire que limitan el tiempo bajo el agua. Esa mañana en el ensayo, Cristian y el equipo se agruparon en parejas de buzos: un experto en algas y uno en animales marinos. La misma transecta fue recorrida por dos equipos, y esperaban que las observaciones fueran casi idénticas.

Cuando salieron del agua, compararon las planillas y el talento para identificar especies bajo el agua contrarreloj. Estaban contentos, vieron la misma cantidad de erizos de mar que el otro equipo. La expedición iba a salir bien. Cuando los vientos calmaron, la expedición partió con dos veleros, dos equipos y dos objetivos. El equipo era nuevo, nunca habían hecho expediciones juntos, no se conocían.

Ahora tenían que pasar siete noches en un velero de 12 metros, las 24 horas del día. “Fue un verdadero gran hermano”, contaba Cristian.

Estos bosques cumplen muchas funciones importantes: son refugio de fauna marina, protegen las costas de la erosión de las olas y son parte de una red global de macroalgas que dan batalla contra el cambio climático: verdaderas máquinas marinas que remueven carbono de la atmósfera.

Sin embargo, a pesar de albergar nada más ni nada menos que el 50% de los bosques de algas de la Argentina, la Península no es un área protegida. La comunidad de Tierra del Fuego reclama su conservación desde hace más de 20 años, y las amenazas son inminentes: polución, sobrepesca, potencial cosecha comercial del alga y olas de calor ocasionadas por la crisis climática.

La protección de Península Mitre aseguraría algo más que los bosques prístinos de macroalgas. Hoy, la Península y sus aguas circundantes constituyen un espacio a la deriva entre el Parque Marino Diego Ramírez-Paso Drake de Chile, y el Área Marina Protegida Yaganes, perteneciente a la República Argentina.

Los resultados de esta expedición documentaron la importancia de preservar esta región que, junto a estas dos áreas protegidas, forma un corredor marino para cientos de especies, más allá de las fronteras geopolíticas.

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