Raquel y Luis Oyarzún

Con esta breve y sencilla historia quería compartir con ustedes, cómo mis padres en forma silenciosa y anónima con su llegada a esta querida tierra contribuyeron de alguna manera a ayudar al progreso y crecimiento de nuestro amado Río Grande.

(Ely Vidal – Su hija mayor).- Mi mamá, Raquel Vidal, nacida en Dalcahue (Chiloé) siendo muy joven y madre soltera (25 años) rechazada por la familia en esa época por su estado, decidió alejarse de su ciudad natal. Es por eso que en el año 1965 buscando nuevos horizontes para tener un mejor bienestar, tanto para ella como para mí, emprendió un viaje en barco hacia estas lejanas tierras, siendo acompañada por la Sra. Enriqueta Haro (tía de Marta Haro) llegando a Punta Arenas y de ahí por tierra a Río Grande. El viaje fue muy duro, de varios días y de mucho frío (no recuerdo cuántos), aún vienen a mi memoria los niños con los que jugaba y quienes hicieron que el viaje sea mucho más llevadero (tenía 3 añitos). Llegando a Río Grande nos estaban esperando mis tías (hermanas de mi abuela) Helena Barría (mamá de Telma y Rita Oyarzo) y Ercira Barría casada con Francisco Zlatar (un ser maravilloso), ahí vivimos por un tiempo, calle Rosales enfrente del conocido QRU.

Mi mamá en esa época empezó a trabajar en la casa de Beatriz y Jorge Mullin’s (Estrada entre Pto. Moreno y Alberdi) yo me quedaba con mis tíos. Tiempo después le ofrecieron trabajar en la casa del Dr. Pacheco en el barrio CAP puerta adentro (como se llamaba en esa época) como empleada doméstica y para cuidar a los hijos (7 en total). Una familia increíble, nos trataban como parte de ellos, gente maravillosa. Es ahí donde mi mamá hizo de muchas amistades como así también conoció a su amor, mi papá. Luis Oyarzún, conocido por todos como “Lucho”, el hombre que no dudó un segundo en aceptarme como su propia hija, él era electricista del barrio, que también llegó a Río Grande en esa época, dejando atrás su ciudad natal Curaco de Vélez (Chiloé) en busca de una mejor oportunidad para su vida. Salieron un tiempo y después decidieron casarse (yo tenía más o menos 5 años). Fruto de ese amor, tuvieron tres hijos: María Inés, Fernando (El Chueco) y Luciana Oyarzún.

Fue así como mi mamá dejó de trabajar con la familia Pacheco, ya que se instalarían en la ciudad. Para eso alquilaron la casa de la hermana de mi papá que vivía en Perito Moreno. Es así como mi mamá, estando en la ciudad, empezó a trabajar en tiendas, una de ellas fue Casa Maite, ubicada en San Martín (ahora funciona Hola Mola), y Tienda San Jorge cuyos dueños eran los Mullin’s, esquina Perito Moreno y Fagnano; durante años trabajó ahí como empleada y cuando los dueños se ausentaban ella se quedaba como encargada por la confianza que le tenían, ya que a pesar que mi mamá sólo tenía la primaria, era muy inteligente y se desenvolvía bien en temas comerciales, siempre nos decía que a ella le hubiese encantado seguir estudiando pero sus padres no se lo permitieron, porque para ellos lo principal era trabajar el campo. Mientras tanto mi papá, gracias a Claudio Boyadjian que era nuestro vecino en aquella época y a su vez era jefe de Personal de Bridas Sapic. lo hizo entrar a trabajar como electricista, Claudio y Miriam Boyadjian fueron unos muy buenos vecinos en esos años, recordados siempre con mucho cariño.

Durante la intendencia del recordado Sr. Vicente Ferrer se le dio la oportunidad a mi papá de tener su terreno propio el cual está ubicado en 11 de Julio casi Moyano. En esa época era todo un baldío, donde el río llegaba hasta allí, necesitó camionadas y camionadas de tierra para que el terreno no se inunde cuando subía el agua. Es así como pudieron con todo su esfuerzo construir su casa donde sería el hogar para la familia. Mi papá siempre trabajando en Bridas o Río Colorado tiempo después. Mi mamá, mientras tanto, comenzó a trabajar en tienda La Capital de Dña. Isabel (no recuerdo el apellido) hasta que empezó a sufrir fuertes dolores de cabeza renunciando tiempo después.

Es así como comenzó a someterse a numerosos estudios médicos, diagnosticándole finalmente un tumor cerebral. De ahí su vida cambió totalmente, viajaron con mi papá a Buenos Aires para realizarse la primera de tres operaciones, si bien el tumor no era maligno estaba ubicado en un lugar estratégico por lo que en cada intervención no se lo podían extraer en su totalidad porque corría riesgo su vida, entonces con los años el tumor volvía a crecer, ella a pesar de su enfermedad con una entereza admirable se aferraba a sus hijos y a seguir compartiendo la vida con sus seres queridos y amigos. Mi madre siempre se caracterizó por ser una mujer fuerte y aguerrida. Es así como en la tercera cirugía lejos de su Río Grande y de su familia, estando solo con mi papá, falleció a sus jóvenes 59 años.

Cuando mamá fallece, mi padre que sufría de una fuerte artritis en sus piernas (producto de los crudos inviernos a los cuales estaba sometido mientras trabajaba en los pozos petroleros), se aferró a sus nietos: Antonela, Agustina, Camila, Esteban, Benjamín y Bianca, se encargó de amarlos y malcriarlos, mientras él hacía arreglos de electricidad que les llevaban los vecinos de la cuadra.

Hasta que un día comprando los regalos de navidad para sus amados nietos, fallece de un paro cardiaco.
Vivió su vida siempre con una sonrisa y así lo recordamos todos los que tuvimos la dicha de conocerlo.
Solo nos queda decir, “GRACIAS”, ya que con su ejemplo forjaron los sentimientos, valores y creencias de los que estamos muy orgullosos. Fuimos y somos muy afortunados en haberlos tenido como padres.

Hasta que nos volvamos a encontrar viejos queridos.

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