Jovino Oyarzún

“Hombre de bien”

Por Lorena Oyarzún.- Jovino Oyarzún nació en Río Grande un miércoles 5 de octubre del año 1949. Hijo de Genaro Oyarzún y Rosario Mansilla, ambos de nacionalidad chilena, llegaron a habitar esta gran tierra fueguina siendo muy jóvenes, con poco más de 20 años. Jovino o también muy conocido como Carlos, era el tercero de cuatro hermanos: Domingo, René e Iris.

De pequeño fue fanático del fútbol, como la mayoría de los niños del barrio en el que vivía en ese entonces, casco viejo de nuestra ciudad sobre calle 11 de Julio. Pocos años después, su domicilio fue en la Av. Perito Moreno y 11 de Julio.

En el barrio de su niñez conoció al amor de su vida mientras jugaban, crecían y pasaban momentos del día. Carmen Santomé nació el 12 de mayo de 1952. Ella fue la persona que lo acompañó hasta su último instante, de la mano y con la mirada tan enamorada como aquel primer día en que sintió que era con quien compartiría su vida.

Además de jugar al fútbol en el barrio, con el equipo “Los Barrabases” y al básquet en el “Club Belgrano”, también fue amante de las motos. Tal es así que se dio el gusto de correr en las primeras carreras que organizaron por aquellos años recorriendo las calles céntricas de la ciudad con su Zanella. En ella y en su casco llevaba el número 10.

Al término de sus estudios primarios en la Escuela N°2 debió comenzar a trabajar como cadete en la agencia de autos Galvarini, luego en Vialidad Nacional, por lo que no pudo seguir estudiando. Esto no le impidió seguir formándose y aprendiendo para poder perfeccionar sus conocimientos, gracias a uno de sus primeros trabajos.

Jovino Oyarzún con la 10 en 1968.

Con tan sólo 18 años comenzó a formar su familia con quien fue su primer y único amor, Carmen o Negrita, como con tanto amor él la llamaba, con la mujer que decidió compartir todo lo que el destino le pusiera en el camino.

Padre de cuatro hijos, la primera hija en llegar a sus vidas y unirlos aún más en ese joven amor fue Claudia, más tarde llegó Carlos, después Miryam y la última en formar parte de la familia fui yo, Lorena.

Rosario Mansilla, mi abuela paterna, allá por los años 70, adquirió gracias a su esfuerzo una despensa llamada “Durgal”, que con los años pasó a llamarse “Despensa Tauro”.

Así fue que, con el tiempo, necesitó la ayuda de Jovino, quien nunca dudó en dejar su trabajo para comenzar una vida laboral al lado de su madre. Al cabo de tantos años de trabajo juntos, ella, cansada por la edad, decidió dejar el mando de la legendaria despensa en manos de mi padre hasta que la pandemia del año 2020 hizo que cerrara.

Más grande y con mucho recorrido por la vida papá disfrutó de muchos pasatiempos como la pesca, el fútbol de salón y la tan conocida Carrera de la Hermandad.

Carmen y Jovino, pintura de un gran amor.

Como siempre le gustó pasar tiempo con sus seres queridos en todas esas actividades siempre estuvo acompañado por sus hijos, nietos, yernos… rodeado de mucho amor.

Fue gran compañero en la vida de quien tuviese a su lado, fiel a sus convicciones y gran defensor de lo que más amaba, su familia…

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