Crecen y preocupan la cantidad de casos

RIO GRANDE.- Es una de las peores formas de maltrato debido a las secuelas que a corto y largo plazo deja en el niño. Y aunque a diferencia de otros años, el abuso sexual infantil permanece menos oculto en Tierra del Fuego, lejos de desaparecer se estima que los casos detectados se incrementan.

Particularmente en Río Grande, una catarata de casos se dieron a conocer a través de los medios de comunicación, medios que tenemos la responsabilidad de informar con precisión, pero sobre todo con cuidado y respeto por las víctimas y sus familias.

En 2015, donde todavía no transcurrieron cuatro meses completos, ya se conocieron sólo en Río Grande al menos cinco casos, en todos ellos se investiga el abuso sexual de menores de 3, 4 y 11 años; en tres de ellos los detenidos fueron sus padres biológicos y en los otros dos sus padrastros.

El caso de la pequeña Nicole Ojeda (3), abusada y asesinada, caso por el cual está imputado su padrastro, fue quizás el más resonante y que movilizó a la sociedad riograndense pidiendo fin a los hechos de abuso sexual infantil.

La estadística oficial más reciente la revela una investigación sobre delitos contra la integridad sexual en la provincia, presentada en 2010 por tres psicólogos que se desempeñan en el ámbito de la Justicia y unidades preventoras. De la misma surge que de 1998 a 2008 se registraron 555 denuncias por Delitos contra la Integridad Sexual en la provincia.

De la investigación se desprende también, que de esas más de 500 denuncias, solo 66 legajos finalmente se abordaron en la Justicia por delitos de abuso sexual, y de ellos 62 corresponden a abuso sexual infantil. El 26% tenía algún contacto o conocía al victimario. Y cinco de ellos tuvieron hijos producto de la violación. Los porcentajes más elevados en las víctimas son de 10 a 12 años y de 13 a 15. Mientras que la edad promedio es de 12 años.

Otros datos que destacaron con respecto a los abusadores es que en el caso de niños de hasta seis años, el victimario en el 40% de los casos es el padre biológico o adoptivo, y el padrastro un 18%.

Definido como la implicación de niños o niñas en actividades sexuales destinadas a satisfacer necesidades de los adultos, el abuso sexual se basa en tres pilares: abuso de poder, existencia de una persona vulnerable (en este caso un menor de 18 años y con una diferencia de cinco años de edad con el abusador) e intencionalidad del que abusa.

En el abuso sexual no se repiten más que esas características. Por lo demás, pobres y ricos, jóvenes y viejos, vecinos y amigos, y hasta los propios padres se cuentan a menudo entre los autores de las vejaciones que, en el caso de estos últimos, llegan a violar aquella prohibición (el incesto) que constituye el fundamento del pasaje de la naturaleza a la cultura.

La violación sexual, en sentido literal, es la forma más tremenda de abuso, pero el manoseo, el mostrarse desnudo delante de los hijos, la pornografía, el hacer participar a los chicos de actividades sexuales de los adultos y, obviamente, la prostitución infantil también se consideran formas de abuso.

Signos de alarma. Como médicos de cabecera, los pediatras están capacitados para detectar precozmente éste y otros problemas relacionados con el maltrato. La detección precoz es indispensable para evitar grandes secuelas. Después, el tratamiento es multidisciplinario e incluye la participación de pediatras, psicólogos, asistentes sociales.

Si bien es complejo prevenir a un niño de un abusador, “es importante enseñarles a los chicos que su cuerpo les pertenece; que pueden cerrar la puerta de su habitación para tener intimidad y, sobre todo, hay que tomar en cuenta algunos indicios físicos o de cambios de conducta que puedan hacer sospechar el abuso”, explican los especialistas.

Aunque el ocultamiento del abuso sexual suele ser una de las barreras con las que se encuentran los pediatras, existen signos de certeza (embarazo, contagio de una enfermedad de transmisión sexual, señales evidentes de violación) a los que se suman signos de alarma, como el incremento de fobias y miedos, la masturbación compulsiva (más allá de la autoexploración normal de los chicos), los trastornos del sueño y de la conducta, la enuresis agravada o repentina, las vulvovaginitis persistentes, las fugas del hogar e incluso los intentos de suicidio. “Esto no significa que por sí solos estos signos indiquen abuso, pero evaluados en conjunto pueden ayudar al diagnóstico y tratamiento del problema”, dicen los pediatras.