Chocolates de Río Grande en Hong Kong

Una pequeña empresa familiar que lleva casi un año produciendo chocolate bajo la fórmula “bean to bar” logró participar de una cata de chocolates en China y poco a poco se consolida en el mercado como una de las cuatro marcas argentinas que se dedican a elaborar el cacao como alimento que produce felicidad.

La fábrica está en Cabo Primero J. E. Gómez 2541, Chacra IV.

RÍO GRANDE.-  La fábrica de chocolates finos “Chinoa” logró exportar un pequeño lote de tabletas de sus tres variedades bean to bar, producidas en su planta de Chacra IV, las cuales participaron de una cata de chocolates en Hong Kong a fines de octubre. De este modo se convierte en uno de los primeros alimentos fueguinos de producción artesanal que logra ingresar al circuito exportador.

“Estamos abriendo caminos” explicó Carlos Gitlin, propietario de Chinoa, al ser consultado sobre esta oportunidad de atravesar las fronteras. “Nos contactaron por las redes y recibimos una invitación para participar de una exposición y como no podíamos por los bajos volúmenes de producción que tenemos, nos ofrecieron participar de un evento de cata de chocolates que se haría en octubre”. “Me pidieron 12 tabletas para enviar a través de un Courier y ahí nos dimos cuenta que Tierra del Fuego está preparada para importar, pero no para exportar productos a otros países”.

Luego de varios intentos por enviar la muestra directamente desde Tierra del Fuego, el envío se logró materializar haciendo puente en el continente.

Gitlin es ingeniero y vive en Tierra del Fuego con su familia desde hace 10 años. Junto a su esposa, el año pasado comenzó a experimentar con chocolate como un hobby y a partir de enero de este año iniciaron el emprendimiento con la instalación de una pequeña planta de 30 metros cuadrados pero con las maquinarias y habilitaciones correspondientes para poder vender. 

Entre otros logros de avanzada, Chinoa se convirtió en el primer producto fabricado en Río Grande en obtener la certificación de alimento libre de gluten para poder comercializarlo mediante otros canales de venta.

“Siempre me interesó el chocolate, hasta que finalmente conocí una fórmula que se llama Bean to bar que sólo usamos cuatro productores en el país que significa del grano a la barra. A diferencia del Chocolatier que usa chocolate para producir bombones o piezas de chocolate, nosotros somos fabricantes de chocolate”.

El año pasado, la familia compró una refinadora en Estados Unidos y después compró otra, y haciendo pruebas logró el producto que buscaba hasta que finalmente decidió darle impulso como emprendimiento productivo a baja escala sin abandonar sus trabajos.

La comercialización de las tabletas se realiza a través de distintos puntos de venta en las tres ciudades de la provincia y también se toman pedidos personalizados. Hoy la planta produce tres variedades: 85%, 72% tostado intenso y 70%. Actualmente, la fábrica está experimentando una nueva variedad con leche de coco y avellanas tostadas con 57% de cacao.

“Yo transformo el grano de cacao en una barra. El proceso tiene mucha ingeniería, es muy complejo fabricarlos porque hay que darle un perfil de tostado determinado al grano, después descascarillamos y después, durante dos días consecutivos, el grano se pisa hasta lograr que tenga menos de 20 micrones. Finalmente se templa y se moldea”, explica Gitlin.

“La realidad es que nunca comimos chocolate como lo que es. El cacao comenzó a ser domesticado hace 5000 años por los pueblos originarios de Centroamérica y 1500 años después llegó a los Olmecas que le pusieron el nombre de chocolate aunque su uso siempre fue en estado líquido. Hace solo 180 años que se lo conoce en estado sólido”, relata.

Y para explicar la diferencia entre el chocolate industrial y el chocolate bean to bar, Gitlin detalla que el ingrediente especial es la manteca de cacao. “Cuando se inventó una prensa para separar la manteca del sólido de cacao, la grasa comenzó a usarse para fines cosméticos y sumado a la gran demanda de chocolate en toda Europa, el cacao se mezcló con mucha azúcar y la grasa que le sacaron nunca volvió al producto. Por eso, cuando comés un chocolate industrial y ves la etiqueta, te das cuenta que tiene un montón de aditivos que van desplazando al verdadero alimento que es”.

Además de las cualidades del producto en sí, el proyecto Chinoa tiene una propuesta de valor con cuatro ejes. Uno de ellos, es ofrecer el verdadero chocolate como superalimento y no una golosina; el segundo es comerlo sin culpa. El tercero es contar historias de Tierra del Fuego y por último, generar momentos de felicidad.

En cuanto a su etiqueta retrofuturista hace una reivindicación de la ingeniería como eje transformador del mundo a través de los inventos e incorpora a un playero rojizo como símbolo de Río Grande.

“Este tipo de chocolate no es una golosina que se come de golpe, sino que permite encontrar el momento individual o colectivo para compartirlo. El chocolate activa las endorfinas que producen felicidad. Nosotros decimos que cada uno tiene que encontrar su propio Chinoa o buen momento para disfrutarlo”, asegura Gitlin.