Estrellas fugaces en el extremo de Sudamérica

La contribución fueguina al estudio de las lluvias de meteoros: La Estación Astronómica Río Grande cuenta con cámaras distribuidas para la detección de bólidos.

Consola de control del detector de meteoros de la Estación Astronómica Río Grande.

RIO GRANDE (José Luis Hormaechea*).- Cada día aproximadamente 100 toneladas de polvo interplanetario se precipitan sobre nuestro planeta. El movimiento orbital de la Tierra, alrededor de nuestra estrella, el Sol, contribuye a este fenómeno. Efectivamente la Tierra actúa como una especie de barredora y aspiradora, llevándose por delante o atrayendo las pequeñísimas partículas que ocupan el espacio interplanetario, principalmente entre Júpiter y el Sol.
Este material proviene principalmente de los cometas que atraviesan el sistema solar interior, son partículas que, en general, miden decenas de milésimas de milímetro hasta pocas décimas de milímetro, a ves tan pequeñas que harían falta miles de ellas para completar un gramo de masa.
Esta extendida estructura de partículas recibe el nombre de Nube de Polvo Zodiacal (NPZ) y ha sido estudiada por muchos investigadores. Por razones extraastronómicas es muy conocida la tesis doctoral de B.H. May, presentada en 2006. En ella estudia la NPZ a partir de observaciones realizadas en 1971 y 1972 desde Tenerife, islas Canarias. La demora en presentar la tesis se debió a que en el ínterin el Dr. May se tuvo que dedicar, tiempo completo, a ser guitarrista de Queen.

También decimos, familiarmente, “se cayó una estrella”

Las partículas de esta nube ingresan en nuestra atmósfera a altísimas velocidades: entre 20 y 70 km/segundo, que transformado a unidades más familiares resultarían unos 250000 km/h. La mayoría de estas partículas tienen velocidades muy superiores a las naves espaciales o instalaciones tripuladas que eventualmente circundan la Tierra, por ejemplo la Estación Espacial Internacional, y constituyen una amenaza para estas y sus tripulaciones. Por ello, estos ingenios así como los trajes que utilizan los astronautas en sus actividades en el espacio exterior, necesariamente cuentan con alguna protección contra estos meteoroides, nombre que reciben estas partículas.
El fenómeno, sin embargo, es bien conocido. Cuando los más grandes de estos meteoroides entran en la atmósfera de la Tierra a gran velocidad, se calientan a tan alta temperatura que terminan evaporándose. En ese proceso, que dura en general una fracción de segundo, chocando con los átomos de la atmósfera que encuentran en su camino, algunos alcanzan a brillar y a causa de su gran velocidad, dejan una traza luminosa en el cielo: los llamamos vulgarmente “estrellas fugaces”.
También decimos, familiarmente, “se cayó una estrella”. En la Astronomía, los llamamos “meteoros”, así brillen o no. La gran mayoría de los meteoros terminan desintegrados entre los 70 y 120 km de altura. También llamamos meteoros a las rocas, desde algunos gramos hasta unos cuantos kilogramos que orbitan el Sol, pero que atraídas por la Tierra ingresan en la atmósfera. Si son grandes, pueden ser muy brillantes y los llamamos “bólidos”.

Actividad local
La Estación Astronómica Río Grande cuenta con cámaras distribuidas en la Isla Grande de Tierra del Fuego, para la detección de bólidos. La mayoría también se desintegra en nuestra protectora atmósfera, pero algunos pocos llegan a la superficie de nuestro planeta, entonces los llamamos “meteoritos”.
Los meteoros originados en la nube de polvo interplanetario reciben la clasificación de “esporádicos” y si bien como producto del movimiento orbital de la Tierra y su rotación se reconocen direcciones preferenciales, o sea más habituales, y momentos del día en el cual son más numerosos, su ocurrencia se puede considerar distribuida homogéneamente dentro de ciertos parámetros.
Pero además, existen picos de actividad meteórica, donde la frecuencia de meteros es claramente superior a la media. Esta actividad puede durar desde pocos días a semanas y se la denonima “lluvia de meteoros”, y familiarmente “lluvia de estrellas”.
El origen de las lluvias es interesante. Los cometas y asteroides, a medida que avanzan en su órbita van perdiendo material constitutivo, por distintas mecanismos. Estas partículas, siguen acompañando el cuerpo original pero a medida que pasa el tiempo van distanciándose permaneciendo, sin embargo en la misma órbita.

Las lluvias de meteoros se caracterizan por la intensidad y la duración

Si acaso la Tierra pasa en cercanías de la órbita del cuerpo progenitor, parte de esas partículas se precipitarán hacia la Tierra en forma bastante concentrada y en trayectorias paralelas, formando así una lluvia de meteoros que parecerá surgir de una zona en particular del cielo. A esa zona se la denomina “radiante” y es característica de cada lluvia. Tal es así que la lluvia recibe el nombre de la constelación en la que se ubica el radiante. Las lluvias de meteoros se caracterizan, además, por la intensidad y la duración. La primera se mide en meteoros/hora, es decir cuantos meteoros asociados con el radiante se registran en una hora. La duración se mide en días.
Las lluvias más intensas son las más famosas, pero además, si ocurren en verano en el hemisferio norte, doblemente famosa por ser más placentera su observación en América del Norte y Europa. A partir de la intensidad, se clasifican en cuatro clases, I las más intensas de 10 a 120 meteoros/hora y IV las muy débiles, solo observables con técnicas especiales, como las que contamos en la Estación Astronómica. Las duraciones van desde 2 o 3 días hasta un poco más de un mes, con un máximo en uno o dos días determinados.

Sucesos próximos
En estos días, última semana de abril, hay dos lluvias activas: las Líridas, con radiante en la constelación de Lira, y las famosas Eta Acuáridas. Estas últimas suelen estar activas por 35 días, con el máximo previsto para el 6 de mayo. Su intensidad esperable es de 60 meteoros/hora, pero esto es sólo visible en condiciones de absoluto cielo oscuro, imposible de lograr desde una ciudad. Pero además, la Luna, si está presente, atenta fuertemente contra la posibilidad de ver meteoros y lamentablemente habrá Luna casi llena en el máximo de la Eta Acuáridas.

En estos días, última semana de abril, hay dos lluvias activas: las Líridas, con radiante en la constelación de Lira, y las famosas Eta Acuáridas

Parte de la fama de las Eta Acuáridas viene de quien es su ilustre cuerpo progenitor: el aún más famoso cometa Halley, el primer cometa periódico descubierto. El Halley es padre de dos lluvias de meteoros: las Oriónidas en septiembre-noviembre también provienen del ilustre cometa. Esto significa que la Tierra atraviesa la órbita del Halley dos veces al año. Este cometa, cuya última aproximación a la Tierra fue en 1986, está ahora próximo a la órbita de Neptuno, muy cerca de “pegar la vuelta” hacia el Sol y la Tierra, para su próxima vista en 2062. Sin embargo, los restos dispersos en su órbita, nos llegan dos veces al año.

Estación Astronómica
En Río Grande, la Estación Astronómica cuenta con un detector de meteoros desde 2008. Dos años más tarde, en 2010, se lo mejoró con estaciones remotas de manera tal de poder determinar las órbitas de los meteoroides que generan los meteoros. Normalmente, se detectan desde aquí en Río Grande, unos 10 mil a 20 mil meteoros por día, entre los 80 y 110 km de altura, y en un radio de 400 km. Con este instrumento hemos detectado al menos 34 nuevas lluvias de meteoros, nunca observadas anteriormente, la gran mayoría, obviamente, con radiantes en el hemisferio sur. Este detector tiene la ventaja de funcionar las 24 horas, todos los días, y eso ha permitido colectar una cantidad de órbitas de meteoroides sin precedente en nuestro hemisferio austral. La importancia de conocer mejor las lluvias de meteoros radica en que en ocasiones se detectan antes las lluvias que el cuerpo progenitor, principalmente cuando este es pequeño, por ejemplo de unos pocos km de diámetro. Aunque muy pequeño comparado con otros cuerpos del sistema solar, un asteriode o cometa de ese tamaño es potencialmente peligroso para los habitantes de la Tierra. La presencia de la lluvia, indica que nuestro planeta pasa cercano a su órbita y podría implicar un pasaje cercano y potencial colisión en el futuro.
Entre las más intensas de las lluvias descubiertas desde Río Grande, está Fi Fenícidas. Dura unos 23 días, se observan en julio y está asociada a una órbita de gran inclinación respecto al plano orbital de la Tierra. Un candidato a cuerpo progenitor es el cometa 2015D Borisov. Otra nueva lluvia interesante es Octántidas, con 20 días de duración. Por las características de su órbita parece estar asociada a la actividad cometaria y sería una lluvia que ha evolucionado por varios miles de años con varios cometas candidatos a cuerpo progenitor.
Recientemente, el detector de meteoros de la EARG registró un máximo de actividad meteórica que consistió en más de 650 meteoros con un radiante cercano al Polo Sur Celeste, en un lapso de 4 días, centrados en el 12 de marzo a las 11 de la mañana, momento en que se registró la máxima actividad. Las velocidades de estos meteoros rondaron los 30 km/seg y la órbita compartida por los meteoroides tenía una inclinación de 51 grados respecto a la órbita de la Tierra.

La Estación Astronómica dispone de una red de cámaras en territorio fueguino

No coincide exactamente con lluvias conocidas, pero podría tratarse de Delta Ménsidas con mayor actividad de la normal. Hemos propuesto que podría tratarse de material antiguamente eyectado del asteroide 248590.
Como se ve, el estudio de los meteoros, fenómeno que se produce en las capas altas de nuestra atmósfera, mas allá de los 70 km de altura, aporta información muy valiosa para conocer la dinámica de los cuerpos menores de nuestro sistema solar y su distribución en los alrededores de la Tierra, nuestro vecindario astronómico cercano.
Complementariamente al detector, la Estación Astronómica dispone de una red de cámaras en territorio fueguino. Los meteoros más brillantes son detectados por estas cámaras y la detección por más de una de estas cámaras podría conducir en el futuro a la recuperación de un meteorito que hubiera caído en nuestro territorio. Sería, en ese caso, el primer meteorito fueguino recuperado.

(*) José Luis Hormaechea, es jefe de la Estación Astronómica Río Grande FCAG-UNLP.